
Discernimiento de los Espíritus - Criterios de discernimiento
4. Criterios para el discernimiento
En la tradición cristiano encontramos muchas fuentes que nos entregan criterios para el discernimiento.
4.1. La Didajé - Orto-doxia y Orto-práxis, Motivación
La Didajé o también “La enseñanza de los 12 apóstoles” o “Enseñanza de nuestro Señor Jesucristo trasmitida por los 12 Apóstoles a los paganos”.
La Didajé es algo como un conjunto de orientaciones para la vida de las comunidades cristianas en tiempos en que el cristianismo ya estaba establecido y en camino de estructurarse y organizarse. El texto recoge diferentes tradiciones y un autor desconocido las integra en su texto agregando su propia experiencia de vida comunitaria. El texto permite reconocer de qué comunidades se trata y cual es su entorno socio-cultural. La comunidad cristiana se entiende como comunión solidaria que acoge al que quiera integrarse, pero también ha aprendido a cuidarse porque, al parecer, había personas mal intencionadas, “cristianos que se aprovechaban de Cristo.”
Lugar de origen parece ser Siria a comienzos del siglo II. La iglesia en este entonces ya conocía diferentes ministerios que se ejercían al mismo tiempo al interior de las comunidades cristianas. Había apóstoles y profetas itinerantes, maestros, obispos y diáconos. En esta época se integraban los ascetas itinerantes a las comunidades locales que a su vez iban adquiriendo formas más estables. Did 11, 4 - 6 trata de “apóstoles” y Did 11, 7 - 12 trata de profetas itinerantes. Ambos tenían en común su forma de vida itinerante y la enseñanza. Las exigencias eran mayores para los “apóstoles itinerantes”, eran giróvagos, sin residencia fija y sin propiedad. La Didajé ordena que deben quedarse sólo por 2 días en una comunidad y que pueden llevar provisiones de viaje sólo para un día cuando parten de una comunidad a otra, y nunca deben aceptar dinero. Su ministerio parece haber sido la predicación escatológica y precisamente su testimonio de vida ascética subrayaba y avalaba su predicación.
Las indicaciones de la Didajé respecto de este ministerio que se parecen a Mt 10; 10 y Lc 10, 4ª son aquí indicaciones para las comunidades y no (como en los evangelios) instrucciones para los apóstoles y discípulos. ¿Cómo saber si un “apóstol itinerante” que llega a una comunidad es un verdadero discípulo de Jesús, como averiguar la autenticidad de su ministerio? También en el caso de los “profetas itinerantes” la Didajé ofrece criterios para verificar la autenticidad de su enseñanza. (Did. 11, 7 - 12) ¿Cómo saber que es verdadero lo que dicen los que presumen hablar inspirados por el Espíritu Santo? Los que hablan inspirados por el Espíritu Santo no pueden ser puestos a prueba por temor del “pecado contra el Espíritu Santo” (conf. Mc 3, 28 s y Mt 12, 31)
También aquí es la autenticidad de su conducta, de su manera de vivir el criterio para discernir la verdad de su doctrina. La forma de vida y la conducta son medidas y comparadas con las de Jesús y así se obtiene parámetros para comparar y saber si un “profeta itinerante” es auténtico discípulo y su doctrina y enseñanza son rectas y verdaderas. La orto-práxis es la prueba de su orto-doxia. Did 11, 10 subraya que incluso si la doctrina de un “profeta itinerante” es verdadera pero su conducta deja lugar a dudas, esto le quita credibilidad a su predicación.
La Did formula criterios may claros para discernir los intereses (las intenciones) que pueden tener personas. El cuestionario ofrecido por la Did se parece en mucho a preguntas formuladas por Clodovis Boff en “Teología y Práxis”: ¿Qué me mueve para hacer teología? ¿Al servicio de qué o de quién se hace teología? ¿Por qué causa lucha la teología? Se trata de saber de la “finalidad” de la teología, “la intención” del teólogo.
La Didajé pregunta claramente por las motivaciones e intereses de los/las que actúan en la iglesia o en la comunidad cristiana. Respecto al contenido debe ser el fomento de la “justicia y del conocimiento del Señor” (Did 11, 2) y respecto al entorno social pregunta por la conducta, la forma de vida.
De esta manera la Did afirma implícitamente que las intenciones y los intereses tienen su repercusión en el contenido. Esto significa que una mala intención, o intereses impropios (por ejemplo de ganancias o ventajas personales o para terceros) distorcionan el contenido de la predicación. Esto llega hasta tal punto que las intenciones y los intereses de los/as ministros/as llegan a ser el único criterio para discernir respecto de la verdad de su predicación. (Didajé: Si pide dinero, si se queda por más tiempo de lo necesario, etc. su predicación pierde credibilidad.)
En la iglesia esto se ha olvidado con frecuencia. Cada vez más la autenticidad, la credibilidad del ministro o predicador y la verdad de su mensaje se comprobaba por la coincidencia con la doctrina oficial de la iglesia. Lo que interesa es la ortodoxia sin darle mucha importancia a la ortopraxis. La cuestión de las motivaciones, intenciones e intereses de los ministros, y su entorno socio-económico- político se deja de lado.
Recién en el contexto de la teología de la liberación la cuestión del lugar y la motivación de la teología y el testimonio de vida de los teólogos / las teólogas vuelve a aparecer.
La Didajé muestra la relación que hay entre contenido y conducta concreta de un ministro, entre teoría y práxis. En la Didajé la ordodoxia se verifica en la ortopráxis. Pero es más, la Didajé descubre también intereses y motivaciones falsas que son justificadas con el Espíritu (Did 11, 9.12). Esto es un punto débil en la historia de la iglesia y de la vida religiosa. Cuántas veces superiores/as han escondido o justificado sus propios intereses, motivaciones de poder o políticas, de prestigio, etc. invocando el “nombre de Dios”, la “inspiración divina” o la “voluntad de Dios”. Cuántas personas han sufrido a consecuencia de esto.
Para la Didajé la simple invocación del Espíritu o del Nombre de Dios no es razón suficiente para suponer la autenticidad o veracidad y esto vale incluso cuando la verdad de un mensaje sea probada. Decisivo es la conducta, el testimonio de vida del apóstol o del profeta. Decisiva es la ortopráxis.
Por otro lado subraya la Didajé que el sujeto del discernimiento es la iglesia / la comunidad. K. Wengst resume la comprensión de la comunidad cristiana de la Didajé así: “la instancia máxima de la comunidad es la comunidad misma”. La comunidad cristiana es la instancia - capacitada por el bautismo - para discernir y juzgar a los profetas y apóstoles itinerantes. El Concilio Vaticano II ha vuelto a destacar las competencias del Pueblo de Dios que le son propios por el bautismo y la confirmación. En LG 12 dice: ”El Pueblo santo de Dios ... no puede equivocarse cuando cree.”
Hay que entender la infalibilidad del Pueblo santo no sólo como pasiva sino también como activa, conservar la fe, dar testimonio vivo, compenetrar y entender cada vez más profundamente la fe en Jesús y su Evangelio, vivir la vida cotidiana desde la fe. Esto significa que la fe no sólo se expresa en doctrina y dogma, sino también en otras formas verbales y no-verbales.
Desde la perspectiva de la Didajé se podría anotar: La comunidad eclesial tiene competencia en asuntos de discernimiento de los espíritus, ha desarrollado una “mirada diagnóstica” que sabe detectar la enfermedad, porque la comunidad tiene experiencia con la fe vivida, con la puesta en práctica de la fe en la vida cotidiana, con su potencial de dar sentido y orientación a la vida más que con las formas dogmáticas y doctrinales de la fe.
4.2. Benito de Nursia (480 - 550) “Discretio” o la justa medida
“17 Sea próvido y considerado en todas sus disposiciones, y ya se trate de cosas de Dios o de cosas del siglo, discierna y modere el trabajo que encomienda, 18 recordando la discreción del santo Jacob que decía: "Si fatigo mis rebaños haciéndolos andar demasiado, morirán todos en un día". 19 Tomando, pues, este y otros testimonios de discreción, que es madre de virtudes, modere todo de modo que los fuertes deseen más y los débiles no rehúyan.” RB 64
La búsqueda de la “justa medida”, de la “moderación”, de la “discretio” atraviesa la Regla entera. “Discretio” significa al mismo tiempo: discernimiento = “discretio spirituum” y moderación, la justa medida.
Para la RB (Regla de San Benito) la discretio es la madre de las virtudes.
Del abad dice la RB: “Y sepa qué difícil y ardua es la tarea que toma: regir almas y servir los temperamentos de muchos, pues con unos debe emplear halagos, reprensiones con otros, y con otros consejos. 32 Deberá conformarse y adaptarse a todos según su condición e inteligencia, de modo que no sólo no padezca detrimento la grey que le ha sido confiada, sino que él pueda alegrarse con el crecimiento del buen rebaño.” RB 2, 31 s
Ayuno, comer, beber, abstenerse, vestirse, etc. en todo habrá que ver el momento, el lugar, las circunstancias. Palabras frecuentes de la regla son: tener en cuenta, reflexionar, salvo que, al no ser que, mientras, en caso de, moderado, sabio, justo, etc. Todas palabras que indican el discernimiento discreto y moderado.
“20 Sin embargo, tenga siempre presente el abad aquella sentencia de los Hechos de los Apóstoles: "Se daba a cada uno lo que necesitaba". 21 Así, pues, atienda el abad a las flaquezas de los necesitados y no a la mala voluntad de los envidiosos. 22 Y en todas sus decisiones piense en la retribución de Dios.” RB 55, 20 s
La regla prevee excepciones y las respeta. El alma y fundamento del discernimiento en la comunidad benedictina es el abad. Leyendo la RB da la impresión que es una regla para el abad. San Benito carga toda la responsabilidad del bienestar y progreso corporal y espiritual de la comunidad sobre los hombros del abad (cap 64) De allí que la RB exige que el abad tenga las condiciones intelectuales y morales que se requieren para el discernimiento de los espíritus. El discernimiento es el arte de la dirección y del trato adecuado de personas. San Benito entiende por “dirección de personas” no un acto violento sino hacer que una cosa sea suave, darle la forma adecuada, dirigir significa ordenarlo todo según la medida correcta, hacer que todo suceda en el tiempo correcto y en el instante debido. El uso ciego del poder sólo lleva a la destrucción y división.
En la RB el discernimiento es entonces, encontrar la discreción, esto es: la justa medida, en el tiempo preciso de acuerdo a las circunstancias de cada persona concreta.
4.3. Catalina de Sienna (1347 - 1380) - Dios y no los sentimientos
(Texto: Dialogo de la Providencia divina, cap 134 - 136)
Una y otra vez en la historia del cristianismo autores espirituales han llamado la atención sobre el hecho de que personas confunden causa y efecto, que en último término no buscan a Dios sino sentimientos religiosos, sensaciones, éxtasis, fenómenos extraordinarios, etc. En la mística cristiana existe una profunda desconfianza frente a todos estos fenómenos y la mística auténtica se destaca por no tomar muy en serio estos fenómenos, no los considera esenciales, no los busca a lo sumo los tolera o sufre por ellos.
Catalina pregunta por un signo de la presencia de Dios y en su obra “Dialogo de la Providencia divina”, Dios, que es su interlocutor, le contesta que una moción, una inspiración viene de El si en el alma permanece la alegría y surge el deseo de humildad. Aunque el demonio también puede suscitar sensaciones de alegría y de consolación, pero son seguidas por tristeza y remordimiento de conciencia.
“Es el signo de la alegría que después de la visitación permanece en el alma y el deseo de las virtudes que ungido en la fuerza de auténtica humildad arde en el fuego del amor divino”.
Catalina advierte que la alegría que produce la “visitación”, la experiencia de la cercanía de Dios en la vida puede ser la causa de que esta persona busque “experiencias” que le produzcan esta alegría, y eso por si misma y no por haberse encontrado con Dios. No se trata del consuelo de Dios, se trata del Dios del consuelo.
En el contexto de la nueva religiosidad en este comienzo de siglo vale la pena destacar este criterio de discernimiento de los espíritus que nos entrega sta. Catalina. Ella nos invita a buscar a Dios y no los sentimientos “piadosos” Queremos destacar aquí que en la fe cristiana lo esencial es el testimonio de vida (la práxis) y no las vivencias. La experiencia mística no se “hace”, ni se induce, ni siquiera debe desearse. Por necesaria que sea, la mística siempre es don, gratuita, así lo atestiguan los místico auténticos. A Dios no se puede manipular ni reducir a un objeto manejable. Por eso “experiencia de Dios” es una palabra ambigua. Quien trata de verdad y se las tiene que ver con el Dios de Jesucristo no sabe si alegrarse o más bien temer y huir. La peculiaridad del encuentro auténtico con Dios se muestra entre otras cosas en su carácter inquietante y exigente que llama al compromiso y a asumir responsabilidad. Es cosa de mirar a Jesús para saber adonde lleva el encuentro con su Dios y nuestro Dios. La mística del amor de Dios, del amor al prójimo y del amor al enemigo nos lleva con frecuencia y de manera exigente al centro de la historia de dolor de este mundo que exige al agraciado con una experiencia mística conversión frente a la cruz y las cruces, transformación y cambio de las situaciones que producen dolor y muerte a seres humanos. No es entonces teoría sin consecuencias prácticas, no es el disfrute de meditaciones que apuntan a vivir sensaciones religiosas, sino es en la práxis transformadora y liberadora, en la ascesis y en la conversión donde se prueba la auténticidad del encuentro con Dios, de la inspiración divina.
Sta. Catalina de Sienna: Se trata de Dios y no de los sentimientos.
4.4. San Francisco de Sales (1567 - 1622)
Bondad - no indignación
“Es un signo distintivo del Espíritu de Dios ser bondadoso y compasivo con el prójimo, (...). Un espíritu engañado por el demonio se caracteriza por su juicio severo y castigador, sin piedad y sin la menor bondad”. (Francisco de Sales, A los confesores)
En los escritos de Francisco de Sales aparece con nueva fuerza el criterio de la bondad y la misericordia en el trato con el prójimo y sobre todo con el pecador. El juicio severo, la “piadosa indignación”, el juicio condenatorio, la espada ardiente no son características de la fe cristiana. Francisco de Sales anota también que la autenticidad se prueba en una cierta inseguridad y una sana desconfianza frente a si mismo.
Justamente estos criterios de discernimiento (bondad, misericordia, sana desconfianza y una cierta inseguridad) sirven para detectar ciertos movimientos y grupos fundamentalistas en la iglesia y fuera de ella. Un lenguaje militante y agresivo, actitud condenatoria frente a opiniones y actitudes diferentes y disidentes, hacer de aspectos periféricos de la vida cristiana asuntos centrales (como el latín en la misa, la comunión en la mano, mujeres acólitas, etc). Lo mismo vale cuando fenómenos como estigmatizaciones, visiones, apariciones, sanaciones y profecías ocupan un lugar central.
Otro criterio para la autenticidad de vivencias espirituales es la sencillez en su comunicación y un cierto pudor por dar a conocer la vida interior.
Francisco de Sales subraya, entonces como criterios de discernimiento:
v bondad y misericordia
v no demasiada seguridad (en si mismo) y cierta desconfianza (de si mismo)
v pudor y sencillez
4.5. Criterios para una Espiritualidad saludable - Anselm Grün y Meinrad Dufner
Anselm Grün y Meinrad Dufner, ambos monjes benedictinos, exponen en su libro: “La salud, una tarea espiritual”, algunos criterios para discernir lo que ellos llaman “espiritualidad saludable”. Una espiritualidad o una piedad no se puede valorar por las palabras, el discurso, que usa, sino más bien habrá que fijarse en “los efectos sobre la psiquis del individuo, los efectos sobre la convivencia y sobre el trabajo y el compromiso y la inserción en el mundo”.
Grün y Dufner se refieren expresamente a la tradición monástica a la que ambos pertenecen cuando enumeran criterios de discernimiento para una “espiritualidad saludable”.
4.5.1. Una espiritualidad es saludable cuando es mistagógica y no moralizante, o sea debe introducir y aproximar a las personas al misterio de Dios y al misterio del ser humano. En el monacato nunca se describe como meta del camino espiritual la perfección moral. Más bien encontramos términos como “pureza del corazón”, “apatheia”, “paz del corazón”, etc. Los vicios se entienden como actitudes sicológicas equivocadas que impiden un pleno desarrollo y maduración que son condiciones para un encuentro libre y pleno con Dios y las personas humanas.
Una espiritualidad moralizante se fija más bien en evitar faltas y pecados. Su punto de partida es un ideal de perfección moral y como nadie puede alcanzar plenamente este ideal, produce permanentemente “mala conciencia” y el siguiente desanimo.
4.5.2. Una espiritualidad es saludable cuando es liberadora y no exige más de lo que cada persona puede dar. Una espiritualidad o piedad que tiene su raíz en el espíritu de Jesús lleva a la persona humana a descubrir y vivir la “libertad de los hijos de Dios”. No se sabe si una espiritualidad malsana produce neuróticos o si los neuróticos se buscan y se crean una espiritualidad malsana, que les sirve para confirmar su neurosis y donde la pueden vivir bajo la apariencia de piedad. Lo que importa es cómo se reconoce una espiritualidad neurótica.
El neurótico confunde el ideal de perfección con la falta de defectos. En vez de amar un ideal que está por encima del “yo” y fuera de él, que lleva a la integración de la personalidad, que muestra al hombre sus límites y defectos y al mismo tiempo lo estimula y anima, el neurótico ama el “yo” idealizado y se imagina o cree amar el ideal. De esta manera no encuentra ni paz ni equilibrio interior. Su religión es de miedos, no alcanza el amor que puede alejar los temores, y por eso el neurótico se vuelve duro e inflexible frente a los demás a quienes quiere obligar a vivir el ideal que él mismo no alcanza a realizar y vivir.
4.5.3. Una espiritualidad es saludable cuando es la que une y no divide. Jesús no clasificaba a las personas poniéndoles rótulos. Al contrario él rompía clasificaciones y divisiones y así podía descubrir lo bueno aún en publicanos y pecadores. Una espiritualidad sana y saludable capacita para establecer relaciones maduras y equilibradas, abre para una auténtica amistad que permite ver y comprender la cercanía de Dios que se nos ha manifestado en Cristo Jesús.
4.5.4. Una espiritualidad es saludable cuando es abierta al mundo y no retraida o ensimismada. Si el camino cristiano, el camino espiritual, tiene como meta la intensificación de la relación con Dios, la unión misma con Dios, esta no puede quedar sin efectos tangibles y notorios. En Mt 7, 16 - 18 Jesús mismo habla de los frutos que indican la calidad del árbol. La tradición cristiana siempre ha enseñado que la vida espiritual tiene una “utilidad”. Teresa de Ávila lo expresa así: “Torno a decir, que para esto es menester no poner vuestro fundamento sólo en rezar y contemplar; porque si no procuréis virtudes y hay ejercicio de ellas, siempre os quedaréis enanas, ...”. “Para esto es la oración, hijas mías, de esto sirve este matrimonio espiritual: de que nazcan siempre obras, obras.” (M VII, 4)
En Mt 25, 31 - 46 el juez enumera exclusivamente obras de caridad, acciones de compromiso social y con ninguna palabra la liturgia, la oración, meditación, etc. Vida espiritual es un movimiento que desemboca en el “éxtasis de la acción”, que transforma el mundo y lo sana.
4.5.5. Una espiritualidad es saludable cuando busca a Dios y no los sentimientos. Alguien ha formulado la cuestión así: Busco el consuelo de Dios o busco el Dios del consuelo. Este planteamiento apunta por un lado a la diferencia entre la búsqueda de Dios y la búsqueda de sentimientos religiosos; por otro lado muestra que no es fácil diferenciar entre una y otra cosa. Si busco el consuelo de Dios me las tengo que ver con el Dios del consuelo. Sin embargo con frecuencia se muestra recién en momentos de crisis o de “noche” o de sequía espiritual, si efectivamente buscaba a Dios o los sentimientos. Es por eso que los maestros / las maestras de la vida espiritual con frecuencia ven en la crisis (la noche oscura) un paso necesario en el crecimiento espiritual porque a veces es recién en la crisis cuando aparecen las motivaciones escondidas. La crisis es, por lo tanto, no un accidente en el camino espiritual, sino un indicio de crecimiento y una invitación a das un paso más.
4.5.6. Una espiritualidad es saludable cuando es integral y no unilateral. No conviene fijarse solamente en uno de los aspectos de nuestra persona (como la voluntad, la razón, los sentimientos ...). Hay que buscar la integración de todas las potencias/fuerzas del alma. Vida espiritual es el proceso de integración y de sanación de lo que a veces (también en la tradición cristiana) se ha separado. Liturgia y vida; oración y trabajo; mística y política; etc. Una espiritualidad cristiana integral, siguiendo la tradición bíblica de una vida integrada, tiene la fuerza de asumir y soportar los quiebres y las contradicciones y límites del mundo secularizado.
4.5.7. Una espiritualidad es saludable cuando es humilde y no orgullosa. Una espiritualidad auténtica nos lleva a conocer y asumir la propia realidad, esto es lleva a la humildad. La humildad produce apertura, serenidad, paz y misericordia.
Resumiendo:
Gal 5, 22 enumera os frutos del Espíritu auténtico de Dios: “... el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí; (...)”. Donde podemos reconocer estos frutos estamos seguros de que se trata del Espíritu de Dios. Pero si encontramos estrechez de mente y de corazón, angustia, dureza y condenación, sabemos que no es el Espíritu Santo que actúa allí, sino otro espíritu o demonio. En una espiritualidad saludable el trato es bondadoso y cercano, y el encuentro con Dios nos sana y nos integra, produce serenidad, alegría y vitalidad.
Una espiritualidad que se fundamenta en el Espíritu de Jesús sana cuerpo y alma, sin desconocer con toda humildad que la enfermedad es parte de los límites que tenemos los seres humanos. También la enfermedad puede ser un momento de auténtico encuentro con Dios. Si en la enfermedad escuchamos a Dios y nos entregamos a El, la enfermedad puede ser fuente de bendiciones para nosotros mismos y para los demás.
Discernimiento de los espíritus es la manera de enfrentar situaciones que requieren de decisión y de opción, que requieren de la distinción de lo auténtico y verdadero de lo falso y equivocado.
Distinción de los espíritus entrega - como hemos visto - criterios para una espiritualidad saludable que fomenta el crecimiento y desarrollo personal.
¿En qué momentos y situaciones es necesario, hoy día, el discernimiento de los espíritus?
Las situaciones que hemos visto en los distintos momentos de la historia del camino cristiano también se dan hoy día, los criterios descubiertos a lo largo de la tradición cristiana están vigente hoy día también.
Las situaciones que requieren de decisión u opción aumentan en la medida que nuestra vida se hace cada vez más compleja, en la medida que aumentan las informaciones y los caminos posibles que se nos ofrecen y que deben ser puestos a prueba antes de decidir u optar.
El poder distinguir lo auténtico de lo falso, lo verdadero de lo equivocado es necesario porque apariciones, revelaciones privadas y fenómenos extraordinarios no han disminuido.
El discernimiento de los espíritus es necesario en la iglesia frente a los nuevos movimientos religiosos (carismáticos, conservadores, fundamentalistas, etc).
Descubrir la acción y presencia del Espíritu de Dios fuera de la iglesia se vuelve cada vez más importante frente al fenómeno de la nueva religiosidad. No parece aconsejable rechazarla de ante mano como falsa o esotérica. Es necesario un juicio diferenciado, que tome en cuenta entre otras cosas el anhelo de trascendencia que se manifiesta en la nueva religiosidad.
Algo similar vale para el diálogo entre las religiones. Hay muchos signos (de los tiempos) que nos invitan a buscar y descubrir la acción del Espíritu de Dios y de allí se deduce la necesidad de discernir los espíritus. De esta manera será posible un diálogo fructífero entre las religiones en respeto mutuo y valoración de cada interlocutor.
4. Criterios para el discernimiento
En la tradición cristiano encontramos muchas fuentes que nos entregan criterios para el discernimiento.
4.1. La Didajé - Orto-doxia y Orto-práxis, Motivación
La Didajé o también “La enseñanza de los 12 apóstoles” o “Enseñanza de nuestro Señor Jesucristo trasmitida por los 12 Apóstoles a los paganos”.
La Didajé es algo como un conjunto de orientaciones para la vida de las comunidades cristianas en tiempos en que el cristianismo ya estaba establecido y en camino de estructurarse y organizarse. El texto recoge diferentes tradiciones y un autor desconocido las integra en su texto agregando su propia experiencia de vida comunitaria. El texto permite reconocer de qué comunidades se trata y cual es su entorno socio-cultural. La comunidad cristiana se entiende como comunión solidaria que acoge al que quiera integrarse, pero también ha aprendido a cuidarse porque, al parecer, había personas mal intencionadas, “cristianos que se aprovechaban de Cristo.”
Lugar de origen parece ser Siria a comienzos del siglo II. La iglesia en este entonces ya conocía diferentes ministerios que se ejercían al mismo tiempo al interior de las comunidades cristianas. Había apóstoles y profetas itinerantes, maestros, obispos y diáconos. En esta época se integraban los ascetas itinerantes a las comunidades locales que a su vez iban adquiriendo formas más estables. Did 11, 4 - 6 trata de “apóstoles” y Did 11, 7 - 12 trata de profetas itinerantes. Ambos tenían en común su forma de vida itinerante y la enseñanza. Las exigencias eran mayores para los “apóstoles itinerantes”, eran giróvagos, sin residencia fija y sin propiedad. La Didajé ordena que deben quedarse sólo por 2 días en una comunidad y que pueden llevar provisiones de viaje sólo para un día cuando parten de una comunidad a otra, y nunca deben aceptar dinero. Su ministerio parece haber sido la predicación escatológica y precisamente su testimonio de vida ascética subrayaba y avalaba su predicación.
Las indicaciones de la Didajé respecto de este ministerio que se parecen a Mt 10; 10 y Lc 10, 4ª son aquí indicaciones para las comunidades y no (como en los evangelios) instrucciones para los apóstoles y discípulos. ¿Cómo saber si un “apóstol itinerante” que llega a una comunidad es un verdadero discípulo de Jesús, como averiguar la autenticidad de su ministerio? También en el caso de los “profetas itinerantes” la Didajé ofrece criterios para verificar la autenticidad de su enseñanza. (Did. 11, 7 - 12) ¿Cómo saber que es verdadero lo que dicen los que presumen hablar inspirados por el Espíritu Santo? Los que hablan inspirados por el Espíritu Santo no pueden ser puestos a prueba por temor del “pecado contra el Espíritu Santo” (conf. Mc 3, 28 s y Mt 12, 31)
También aquí es la autenticidad de su conducta, de su manera de vivir el criterio para discernir la verdad de su doctrina. La forma de vida y la conducta son medidas y comparadas con las de Jesús y así se obtiene parámetros para comparar y saber si un “profeta itinerante” es auténtico discípulo y su doctrina y enseñanza son rectas y verdaderas. La orto-práxis es la prueba de su orto-doxia. Did 11, 10 subraya que incluso si la doctrina de un “profeta itinerante” es verdadera pero su conducta deja lugar a dudas, esto le quita credibilidad a su predicación.
La Did formula criterios may claros para discernir los intereses (las intenciones) que pueden tener personas. El cuestionario ofrecido por la Did se parece en mucho a preguntas formuladas por Clodovis Boff en “Teología y Práxis”: ¿Qué me mueve para hacer teología? ¿Al servicio de qué o de quién se hace teología? ¿Por qué causa lucha la teología? Se trata de saber de la “finalidad” de la teología, “la intención” del teólogo.
La Didajé pregunta claramente por las motivaciones e intereses de los/las que actúan en la iglesia o en la comunidad cristiana. Respecto al contenido debe ser el fomento de la “justicia y del conocimiento del Señor” (Did 11, 2) y respecto al entorno social pregunta por la conducta, la forma de vida.
De esta manera la Did afirma implícitamente que las intenciones y los intereses tienen su repercusión en el contenido. Esto significa que una mala intención, o intereses impropios (por ejemplo de ganancias o ventajas personales o para terceros) distorcionan el contenido de la predicación. Esto llega hasta tal punto que las intenciones y los intereses de los/as ministros/as llegan a ser el único criterio para discernir respecto de la verdad de su predicación. (Didajé: Si pide dinero, si se queda por más tiempo de lo necesario, etc. su predicación pierde credibilidad.)
En la iglesia esto se ha olvidado con frecuencia. Cada vez más la autenticidad, la credibilidad del ministro o predicador y la verdad de su mensaje se comprobaba por la coincidencia con la doctrina oficial de la iglesia. Lo que interesa es la ortodoxia sin darle mucha importancia a la ortopraxis. La cuestión de las motivaciones, intenciones e intereses de los ministros, y su entorno socio-económico- político se deja de lado.
Recién en el contexto de la teología de la liberación la cuestión del lugar y la motivación de la teología y el testimonio de vida de los teólogos / las teólogas vuelve a aparecer.
La Didajé muestra la relación que hay entre contenido y conducta concreta de un ministro, entre teoría y práxis. En la Didajé la ordodoxia se verifica en la ortopráxis. Pero es más, la Didajé descubre también intereses y motivaciones falsas que son justificadas con el Espíritu (Did 11, 9.12). Esto es un punto débil en la historia de la iglesia y de la vida religiosa. Cuántas veces superiores/as han escondido o justificado sus propios intereses, motivaciones de poder o políticas, de prestigio, etc. invocando el “nombre de Dios”, la “inspiración divina” o la “voluntad de Dios”. Cuántas personas han sufrido a consecuencia de esto.
Para la Didajé la simple invocación del Espíritu o del Nombre de Dios no es razón suficiente para suponer la autenticidad o veracidad y esto vale incluso cuando la verdad de un mensaje sea probada. Decisivo es la conducta, el testimonio de vida del apóstol o del profeta. Decisiva es la ortopráxis.
Por otro lado subraya la Didajé que el sujeto del discernimiento es la iglesia / la comunidad. K. Wengst resume la comprensión de la comunidad cristiana de la Didajé así: “la instancia máxima de la comunidad es la comunidad misma”. La comunidad cristiana es la instancia - capacitada por el bautismo - para discernir y juzgar a los profetas y apóstoles itinerantes. El Concilio Vaticano II ha vuelto a destacar las competencias del Pueblo de Dios que le son propios por el bautismo y la confirmación. En LG 12 dice: ”El Pueblo santo de Dios ... no puede equivocarse cuando cree.”
Hay que entender la infalibilidad del Pueblo santo no sólo como pasiva sino también como activa, conservar la fe, dar testimonio vivo, compenetrar y entender cada vez más profundamente la fe en Jesús y su Evangelio, vivir la vida cotidiana desde la fe. Esto significa que la fe no sólo se expresa en doctrina y dogma, sino también en otras formas verbales y no-verbales.
Desde la perspectiva de la Didajé se podría anotar: La comunidad eclesial tiene competencia en asuntos de discernimiento de los espíritus, ha desarrollado una “mirada diagnóstica” que sabe detectar la enfermedad, porque la comunidad tiene experiencia con la fe vivida, con la puesta en práctica de la fe en la vida cotidiana, con su potencial de dar sentido y orientación a la vida más que con las formas dogmáticas y doctrinales de la fe.
4.2. Benito de Nursia (480 - 550) “Discretio” o la justa medida
“17 Sea próvido y considerado en todas sus disposiciones, y ya se trate de cosas de Dios o de cosas del siglo, discierna y modere el trabajo que encomienda, 18 recordando la discreción del santo Jacob que decía: "Si fatigo mis rebaños haciéndolos andar demasiado, morirán todos en un día". 19 Tomando, pues, este y otros testimonios de discreción, que es madre de virtudes, modere todo de modo que los fuertes deseen más y los débiles no rehúyan.” RB 64
La búsqueda de la “justa medida”, de la “moderación”, de la “discretio” atraviesa la Regla entera. “Discretio” significa al mismo tiempo: discernimiento = “discretio spirituum” y moderación, la justa medida.
Para la RB (Regla de San Benito) la discretio es la madre de las virtudes.
Del abad dice la RB: “Y sepa qué difícil y ardua es la tarea que toma: regir almas y servir los temperamentos de muchos, pues con unos debe emplear halagos, reprensiones con otros, y con otros consejos. 32 Deberá conformarse y adaptarse a todos según su condición e inteligencia, de modo que no sólo no padezca detrimento la grey que le ha sido confiada, sino que él pueda alegrarse con el crecimiento del buen rebaño.” RB 2, 31 s
Ayuno, comer, beber, abstenerse, vestirse, etc. en todo habrá que ver el momento, el lugar, las circunstancias. Palabras frecuentes de la regla son: tener en cuenta, reflexionar, salvo que, al no ser que, mientras, en caso de, moderado, sabio, justo, etc. Todas palabras que indican el discernimiento discreto y moderado.
“20 Sin embargo, tenga siempre presente el abad aquella sentencia de los Hechos de los Apóstoles: "Se daba a cada uno lo que necesitaba". 21 Así, pues, atienda el abad a las flaquezas de los necesitados y no a la mala voluntad de los envidiosos. 22 Y en todas sus decisiones piense en la retribución de Dios.” RB 55, 20 s
La regla prevee excepciones y las respeta. El alma y fundamento del discernimiento en la comunidad benedictina es el abad. Leyendo la RB da la impresión que es una regla para el abad. San Benito carga toda la responsabilidad del bienestar y progreso corporal y espiritual de la comunidad sobre los hombros del abad (cap 64) De allí que la RB exige que el abad tenga las condiciones intelectuales y morales que se requieren para el discernimiento de los espíritus. El discernimiento es el arte de la dirección y del trato adecuado de personas. San Benito entiende por “dirección de personas” no un acto violento sino hacer que una cosa sea suave, darle la forma adecuada, dirigir significa ordenarlo todo según la medida correcta, hacer que todo suceda en el tiempo correcto y en el instante debido. El uso ciego del poder sólo lleva a la destrucción y división.
En la RB el discernimiento es entonces, encontrar la discreción, esto es: la justa medida, en el tiempo preciso de acuerdo a las circunstancias de cada persona concreta.
4.3. Catalina de Sienna (1347 - 1380) - Dios y no los sentimientos
(Texto: Dialogo de la Providencia divina, cap 134 - 136)
Una y otra vez en la historia del cristianismo autores espirituales han llamado la atención sobre el hecho de que personas confunden causa y efecto, que en último término no buscan a Dios sino sentimientos religiosos, sensaciones, éxtasis, fenómenos extraordinarios, etc. En la mística cristiana existe una profunda desconfianza frente a todos estos fenómenos y la mística auténtica se destaca por no tomar muy en serio estos fenómenos, no los considera esenciales, no los busca a lo sumo los tolera o sufre por ellos.
Catalina pregunta por un signo de la presencia de Dios y en su obra “Dialogo de la Providencia divina”, Dios, que es su interlocutor, le contesta que una moción, una inspiración viene de El si en el alma permanece la alegría y surge el deseo de humildad. Aunque el demonio también puede suscitar sensaciones de alegría y de consolación, pero son seguidas por tristeza y remordimiento de conciencia.
“Es el signo de la alegría que después de la visitación permanece en el alma y el deseo de las virtudes que ungido en la fuerza de auténtica humildad arde en el fuego del amor divino”.
Catalina advierte que la alegría que produce la “visitación”, la experiencia de la cercanía de Dios en la vida puede ser la causa de que esta persona busque “experiencias” que le produzcan esta alegría, y eso por si misma y no por haberse encontrado con Dios. No se trata del consuelo de Dios, se trata del Dios del consuelo.
En el contexto de la nueva religiosidad en este comienzo de siglo vale la pena destacar este criterio de discernimiento de los espíritus que nos entrega sta. Catalina. Ella nos invita a buscar a Dios y no los sentimientos “piadosos” Queremos destacar aquí que en la fe cristiana lo esencial es el testimonio de vida (la práxis) y no las vivencias. La experiencia mística no se “hace”, ni se induce, ni siquiera debe desearse. Por necesaria que sea, la mística siempre es don, gratuita, así lo atestiguan los místico auténticos. A Dios no se puede manipular ni reducir a un objeto manejable. Por eso “experiencia de Dios” es una palabra ambigua. Quien trata de verdad y se las tiene que ver con el Dios de Jesucristo no sabe si alegrarse o más bien temer y huir. La peculiaridad del encuentro auténtico con Dios se muestra entre otras cosas en su carácter inquietante y exigente que llama al compromiso y a asumir responsabilidad. Es cosa de mirar a Jesús para saber adonde lleva el encuentro con su Dios y nuestro Dios. La mística del amor de Dios, del amor al prójimo y del amor al enemigo nos lleva con frecuencia y de manera exigente al centro de la historia de dolor de este mundo que exige al agraciado con una experiencia mística conversión frente a la cruz y las cruces, transformación y cambio de las situaciones que producen dolor y muerte a seres humanos. No es entonces teoría sin consecuencias prácticas, no es el disfrute de meditaciones que apuntan a vivir sensaciones religiosas, sino es en la práxis transformadora y liberadora, en la ascesis y en la conversión donde se prueba la auténticidad del encuentro con Dios, de la inspiración divina.
Sta. Catalina de Sienna: Se trata de Dios y no de los sentimientos.
4.4. San Francisco de Sales (1567 - 1622)
Bondad - no indignación
“Es un signo distintivo del Espíritu de Dios ser bondadoso y compasivo con el prójimo, (...). Un espíritu engañado por el demonio se caracteriza por su juicio severo y castigador, sin piedad y sin la menor bondad”. (Francisco de Sales, A los confesores)
En los escritos de Francisco de Sales aparece con nueva fuerza el criterio de la bondad y la misericordia en el trato con el prójimo y sobre todo con el pecador. El juicio severo, la “piadosa indignación”, el juicio condenatorio, la espada ardiente no son características de la fe cristiana. Francisco de Sales anota también que la autenticidad se prueba en una cierta inseguridad y una sana desconfianza frente a si mismo.
Justamente estos criterios de discernimiento (bondad, misericordia, sana desconfianza y una cierta inseguridad) sirven para detectar ciertos movimientos y grupos fundamentalistas en la iglesia y fuera de ella. Un lenguaje militante y agresivo, actitud condenatoria frente a opiniones y actitudes diferentes y disidentes, hacer de aspectos periféricos de la vida cristiana asuntos centrales (como el latín en la misa, la comunión en la mano, mujeres acólitas, etc). Lo mismo vale cuando fenómenos como estigmatizaciones, visiones, apariciones, sanaciones y profecías ocupan un lugar central.
Otro criterio para la autenticidad de vivencias espirituales es la sencillez en su comunicación y un cierto pudor por dar a conocer la vida interior.
Francisco de Sales subraya, entonces como criterios de discernimiento:
v bondad y misericordia
v no demasiada seguridad (en si mismo) y cierta desconfianza (de si mismo)
v pudor y sencillez
4.5. Criterios para una Espiritualidad saludable - Anselm Grün y Meinrad Dufner
Anselm Grün y Meinrad Dufner, ambos monjes benedictinos, exponen en su libro: “La salud, una tarea espiritual”, algunos criterios para discernir lo que ellos llaman “espiritualidad saludable”. Una espiritualidad o una piedad no se puede valorar por las palabras, el discurso, que usa, sino más bien habrá que fijarse en “los efectos sobre la psiquis del individuo, los efectos sobre la convivencia y sobre el trabajo y el compromiso y la inserción en el mundo”.
Grün y Dufner se refieren expresamente a la tradición monástica a la que ambos pertenecen cuando enumeran criterios de discernimiento para una “espiritualidad saludable”.
4.5.1. Una espiritualidad es saludable cuando es mistagógica y no moralizante, o sea debe introducir y aproximar a las personas al misterio de Dios y al misterio del ser humano. En el monacato nunca se describe como meta del camino espiritual la perfección moral. Más bien encontramos términos como “pureza del corazón”, “apatheia”, “paz del corazón”, etc. Los vicios se entienden como actitudes sicológicas equivocadas que impiden un pleno desarrollo y maduración que son condiciones para un encuentro libre y pleno con Dios y las personas humanas.
Una espiritualidad moralizante se fija más bien en evitar faltas y pecados. Su punto de partida es un ideal de perfección moral y como nadie puede alcanzar plenamente este ideal, produce permanentemente “mala conciencia” y el siguiente desanimo.
4.5.2. Una espiritualidad es saludable cuando es liberadora y no exige más de lo que cada persona puede dar. Una espiritualidad o piedad que tiene su raíz en el espíritu de Jesús lleva a la persona humana a descubrir y vivir la “libertad de los hijos de Dios”. No se sabe si una espiritualidad malsana produce neuróticos o si los neuróticos se buscan y se crean una espiritualidad malsana, que les sirve para confirmar su neurosis y donde la pueden vivir bajo la apariencia de piedad. Lo que importa es cómo se reconoce una espiritualidad neurótica.
El neurótico confunde el ideal de perfección con la falta de defectos. En vez de amar un ideal que está por encima del “yo” y fuera de él, que lleva a la integración de la personalidad, que muestra al hombre sus límites y defectos y al mismo tiempo lo estimula y anima, el neurótico ama el “yo” idealizado y se imagina o cree amar el ideal. De esta manera no encuentra ni paz ni equilibrio interior. Su religión es de miedos, no alcanza el amor que puede alejar los temores, y por eso el neurótico se vuelve duro e inflexible frente a los demás a quienes quiere obligar a vivir el ideal que él mismo no alcanza a realizar y vivir.
4.5.3. Una espiritualidad es saludable cuando es la que une y no divide. Jesús no clasificaba a las personas poniéndoles rótulos. Al contrario él rompía clasificaciones y divisiones y así podía descubrir lo bueno aún en publicanos y pecadores. Una espiritualidad sana y saludable capacita para establecer relaciones maduras y equilibradas, abre para una auténtica amistad que permite ver y comprender la cercanía de Dios que se nos ha manifestado en Cristo Jesús.
4.5.4. Una espiritualidad es saludable cuando es abierta al mundo y no retraida o ensimismada. Si el camino cristiano, el camino espiritual, tiene como meta la intensificación de la relación con Dios, la unión misma con Dios, esta no puede quedar sin efectos tangibles y notorios. En Mt 7, 16 - 18 Jesús mismo habla de los frutos que indican la calidad del árbol. La tradición cristiana siempre ha enseñado que la vida espiritual tiene una “utilidad”. Teresa de Ávila lo expresa así: “Torno a decir, que para esto es menester no poner vuestro fundamento sólo en rezar y contemplar; porque si no procuréis virtudes y hay ejercicio de ellas, siempre os quedaréis enanas, ...”. “Para esto es la oración, hijas mías, de esto sirve este matrimonio espiritual: de que nazcan siempre obras, obras.” (M VII, 4)
En Mt 25, 31 - 46 el juez enumera exclusivamente obras de caridad, acciones de compromiso social y con ninguna palabra la liturgia, la oración, meditación, etc. Vida espiritual es un movimiento que desemboca en el “éxtasis de la acción”, que transforma el mundo y lo sana.
4.5.5. Una espiritualidad es saludable cuando busca a Dios y no los sentimientos. Alguien ha formulado la cuestión así: Busco el consuelo de Dios o busco el Dios del consuelo. Este planteamiento apunta por un lado a la diferencia entre la búsqueda de Dios y la búsqueda de sentimientos religiosos; por otro lado muestra que no es fácil diferenciar entre una y otra cosa. Si busco el consuelo de Dios me las tengo que ver con el Dios del consuelo. Sin embargo con frecuencia se muestra recién en momentos de crisis o de “noche” o de sequía espiritual, si efectivamente buscaba a Dios o los sentimientos. Es por eso que los maestros / las maestras de la vida espiritual con frecuencia ven en la crisis (la noche oscura) un paso necesario en el crecimiento espiritual porque a veces es recién en la crisis cuando aparecen las motivaciones escondidas. La crisis es, por lo tanto, no un accidente en el camino espiritual, sino un indicio de crecimiento y una invitación a das un paso más.
4.5.6. Una espiritualidad es saludable cuando es integral y no unilateral. No conviene fijarse solamente en uno de los aspectos de nuestra persona (como la voluntad, la razón, los sentimientos ...). Hay que buscar la integración de todas las potencias/fuerzas del alma. Vida espiritual es el proceso de integración y de sanación de lo que a veces (también en la tradición cristiana) se ha separado. Liturgia y vida; oración y trabajo; mística y política; etc. Una espiritualidad cristiana integral, siguiendo la tradición bíblica de una vida integrada, tiene la fuerza de asumir y soportar los quiebres y las contradicciones y límites del mundo secularizado.
4.5.7. Una espiritualidad es saludable cuando es humilde y no orgullosa. Una espiritualidad auténtica nos lleva a conocer y asumir la propia realidad, esto es lleva a la humildad. La humildad produce apertura, serenidad, paz y misericordia.
Resumiendo:
Gal 5, 22 enumera os frutos del Espíritu auténtico de Dios: “... el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí; (...)”. Donde podemos reconocer estos frutos estamos seguros de que se trata del Espíritu de Dios. Pero si encontramos estrechez de mente y de corazón, angustia, dureza y condenación, sabemos que no es el Espíritu Santo que actúa allí, sino otro espíritu o demonio. En una espiritualidad saludable el trato es bondadoso y cercano, y el encuentro con Dios nos sana y nos integra, produce serenidad, alegría y vitalidad.
Una espiritualidad que se fundamenta en el Espíritu de Jesús sana cuerpo y alma, sin desconocer con toda humildad que la enfermedad es parte de los límites que tenemos los seres humanos. También la enfermedad puede ser un momento de auténtico encuentro con Dios. Si en la enfermedad escuchamos a Dios y nos entregamos a El, la enfermedad puede ser fuente de bendiciones para nosotros mismos y para los demás.
Discernimiento de los espíritus es la manera de enfrentar situaciones que requieren de decisión y de opción, que requieren de la distinción de lo auténtico y verdadero de lo falso y equivocado.
Distinción de los espíritus entrega - como hemos visto - criterios para una espiritualidad saludable que fomenta el crecimiento y desarrollo personal.
¿En qué momentos y situaciones es necesario, hoy día, el discernimiento de los espíritus?
Las situaciones que hemos visto en los distintos momentos de la historia del camino cristiano también se dan hoy día, los criterios descubiertos a lo largo de la tradición cristiana están vigente hoy día también.
Las situaciones que requieren de decisión u opción aumentan en la medida que nuestra vida se hace cada vez más compleja, en la medida que aumentan las informaciones y los caminos posibles que se nos ofrecen y que deben ser puestos a prueba antes de decidir u optar.
El poder distinguir lo auténtico de lo falso, lo verdadero de lo equivocado es necesario porque apariciones, revelaciones privadas y fenómenos extraordinarios no han disminuido.
El discernimiento de los espíritus es necesario en la iglesia frente a los nuevos movimientos religiosos (carismáticos, conservadores, fundamentalistas, etc).
Descubrir la acción y presencia del Espíritu de Dios fuera de la iglesia se vuelve cada vez más importante frente al fenómeno de la nueva religiosidad. No parece aconsejable rechazarla de ante mano como falsa o esotérica. Es necesario un juicio diferenciado, que tome en cuenta entre otras cosas el anhelo de trascendencia que se manifiesta en la nueva religiosidad.
Algo similar vale para el diálogo entre las religiones. Hay muchos signos (de los tiempos) que nos invitan a buscar y descubrir la acción del Espíritu de Dios y de allí se deduce la necesidad de discernir los espíritus. De esta manera será posible un diálogo fructífero entre las religiones en respeto mutuo y valoración de cada interlocutor.
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