domingo, 9 de noviembre de 2008

Damián de Molokai - Fuente de inspiración


Nuestro hermano Damián de Molokai
Una fuente de inspiración

Mahatma Gandhi constata que el cristianismo es capaz de suscitar personas valientes y heroicas como Damián de Molokai, e invita a buscar la fuente de este heroísmo.

Como Jesús, el padre Damián, como nosotros, luchó por mantener en su ajetreada vida el equilibrio necesario entre acción y oración, pastoral y vida interior: “lo más difícil es mantener el espíritu de recogimiento y oración en medio de mil distracciones y miserias”.

Como nos muestra Jesús sólo la oración corrige y convierte nuestro trabajo en misión. ¿Cómo lo hizo Damián? Él, tan apreciado por su entrega, no debiera serlo menos hoy por el cuidado de la fuente de su entrega, como han hecho los grandes santos dedicados a los pobres, sirva de ejemplo reciente la Madre Teresa de Calcuta, tan amiga de Damián.

Fijémonos en algunos elementos de la vida de Damián que le ayudaron, y podrían ayudarnos a nosotros, en ese camino:

Una ordenada vida espiritual.

Era costumbre en la Congregación una reglada vida que asegurara el trato con Dios varias veces al día: Eucaristía, Adoración, meditación, breviario, rosario... Sin duda esa costumbre le benefició: “Al pie del altar encontramos la fuerza necesaria en nuestra soledad. Ahí, cada día, te encuentro también a ti...”; “Predico todas las mañanas después de la misa...”; “Me confieso con frecuencia al pie del altar...”.

La clara conciencia de que “se convertirán los habitantes de Puna si, antes, Dios convierte totalmente el corazón de su pastor” y de que “si no vivimos en El, no podemos dar fruto” le llevó a una vida de oración sin la cual no solo no hubiera podido vencer su soledad, lo que más le costó de todo (“sin el Santo Sacramento una situación como la mía sería insostenible. Pero con mi Señor a mi lado...”), sino que, sobretodo, no hubiera podido entender ni vivir la enfermedad de la lepra como una gracia de Dios que le asemejaba a Cristo: “Pues bien, mi reverendo padre, ya no hay duda ninguna para mí, estoy leproso; ¡Bendito sea Dios!”; “estoy seguro de que es su santa voluntad que yo muera de la misma enfermedad que mi rebaño”, y así pudo, como los grandes santos, entender su vida desde el crucificado e identificar en sí el calvario de Cristo, al que él llamaba “..el Gólgota de Kalawao”.

Beber de la misión y alimentarse del fruto de lo sembrado.
Por otro lado la oración le hizo ver a su rebaño con los ojos de Dios, no con los del hombre, y de este modo encontrar en la misión no solo una fuente de desgaste sino también una fuente de vida divina: “Los leprosos, repelentes a la vista, tienen un alma redimida a precio de la sangre de Cristo”, “los leprosos, pues, son, en verdad, los miembros sufrientes de nuestro Señor Jesucristo”. “me siento muy edificado al verles, frecuentemente, hacer su adoración, a la hora señalada, en el lecho del dolor de sus chozas miserables”,

“he pasado la tarde en el confesionario. La conversión sincera de algunos de los grandes pecadores me ha causado una enorme alegría. En medio de las privaciones el misionero encuentra consuelos de los que es difícil hacerse una idea”.

Y cuando esto no era posible y “de la mañana a la noche me encuentro envuelto en miserias físicas y morales que rompen mi corazón” reponerse con el alimento de los cristianos: “Al pie del altar encontramos la fuerza...”.

Vida espiritual ordenada y perseverante

Medios:

Adoración
Vida comunitaria: Eucaristía, oración en común, lectura de la Palabra, revisión de vida, amar y soportarse mutuamente, acompañamiento, solidaridad con otros, etc.
Misión, compromiso con las personas, cuidado y ternura, inserción en el mundo.

Transformar la vida cotidiana en fuente de fuerza y energía

¿En qué consistió el heroísmo de Damián de Molokai al que hace alusión Mahatma Gandhi?

"No elegimos nosotros las circunstancias de nuestra vida, pero sí elegimos la manera de asumir, de enfrentar y de transformarlas."
Damián asumió y vivió con valentía cada día las cosas normales, cotidianas y corrientes en la leprosería (la repugnancia frente al mal olor y aspecto desagradable de los enfermos, el "convivir" con la muerte a diario, la soledad: no podía hablar nunca su lengua materna, estaba lejos de sus seres queridos, vivía entre personas con otras costumbres, otras comidas, otras religiones, etc.).

Desde una vida espiritual ordenada, asumir y vivir con valentía cada día las cosas normales, cotidianas y corrientes significaba que Damián aceptaba algunos aspectos de la vida en Molokai y a otros se oponía tenazmente.
Se daba cuenta que para aceptar y amar a las personas enfermas de lepra, tenía que aceptar (y soportar) lo repugnante que era esta enfermedad.


El Señor me dio de esta manera, a mí el hermano Francisco, el comenzar a hacer penitencia, en efecto, como estaba en pecados, me parecía muy amargo ver leprosos. Y el Señor mismo me condujo en medio de ellos, y practiqué con ellos la misericordia. Y, al separarme de los mismos, aquello que me
parecía amargo, se me tornó en dulzura de alma y cuerpo.
(Testamento de Francisco de Asís).

• Esto era un gran trabajo espiritual, transformar con la fuerza del amor lo que era "amargo" en "dulce". Francisco de Asís y Damián de Molokai hicieron este trabajo en el interior de su corazón.
• Aceptar lo repugnante de la lepra por amor a la persona que tiene lepra, es no enredarse con los aspectos periféricos, es ver más allá de la fealdad exterior la belleza la que está llamada a ser cada persona, es ver su dignidad y lo sagrado que vive en el fondo de cada ser humano.

Damián aceptó la soledad y la lejanía de su patria, de su familia, de todo lo que había sido importante y significativo para él y en esta aceptación descubre que ahora tiene nuevos hermanos, una nueva lengua que ahora es la suya también, nuevas costumbres y nuevos gustos; Damián reconoce que lo que había sido lejano se transformó en cercano, en prójimo o próximo. Damián sabía gozar con lo pequeño y con lo simple: su pipa, la música de la banda que él había formado, la visita de un hermano de la congregación, la amistad y gratitud de los leprosos, etc.
Lo que Damián nunca aceptó era el fatalismo, el desánimo y la falta de esperanza en los leprosos que redundaban en alcoholismo, abusos, peleas, etc.
Damián era creativo para combatir la desesperanza: él fundó una banda de música, un coro, invitaba a trabajos y servicios comunitarios. etc.

Lo que nos inspira y anima:


Lo que nos inspira y anima.
Carisma y Espiritualidad de los Sagrados Corazones.

v
Carisma fundacional de los SS.CC.

v
Carisma de los SS.CC. hoy en la Rama Secular.

Carisma es:

v Un don del Espíritu Santo a una persona o a un grupo de personas (una comunidad). Un don concreto para "la edificación del cuerpo de Cristo", como dice San Pablo (Ef 4, 12) o sea no para la persona o el grupo mismo sino para la comunidad o para la iglesia.
v Un don que una persona o un grupo de personas recibe en un momento histórico concreto. Por lo tanto, este mismo don en otro momento y en otro lugar puede y debe tomar formas diferentes.

“La fidelidad al pasado no se conserva en su pura repetición, sino en su anuncio siempre nuevo de palabra y de obra. Para seguir significando lo mismo, lo recibido del pasado ha de ir tomando continuamente formas de expresión propias del tiempo, acomodadas a él y a la vez contradictorias. La fidelidad que no toma en cuenta la incesante transformación del mundo no es fidelidad.” (Martin Horkheimer)

Para poder ser fiel al "Carisma Fundacional" de la familia religiosa de los SS.CC. hay que estar atento en dos sentidos:

v Conocer bien la comunidad de la primera generación, conocer las personas y los escritos del fundador, de la fundadora y la práxis de la primera comunidad. Hay que volver a las fuentes.
v Hay que ser capaz de ver e interpretar los "Signos de los tiempos“ (Lc 12, 54 – 56), o sea la realidad actual en su dimensión social, cultural, política, religiosa, etc.


A.- Acogida del Carisma en el tiempo de la Fundación (1793 – 1802)

Las circunstancias:

El comienzo de la primera comunidad en torno a la Buena Madre y el Buen Padre fue en 1793, año en que la revolución francesa ejecutó al rey Louis XVI. Coincide por lo tanto con los tiempos de la revolución.

Los cambios y transformaciones fueron tan complejos y dolorosos que la iglesia fue incapaz (y con ella nuestros fundadores) de reconocer el aporte que con toda la ambigüedad, todos los errores y desvíos, significó la revolución. Para la iglesia recién el papa Pablo VI reconoce las raíces evangélicas y cristianas de los enunciados de la revolución: Libertad, igualdad y fraternidad.

A fines del siglo 18 y comienzos del siglo 19 Pierre Coudrin y Henriette Aimer de la Chevallerie tienen una visión en tiempos en que en la iglesia las visiones no eran frecuentes.

La Visión y la Misión:

"Un día, trepando ya en mi granero, después de haber dicho la Misa, me arrodillé junto al corporal en que creía conservar la presencia del Santísimo Sacramento. Ví entonces lo que somos ahora. Me pareció que éramos varios los que estábamos reunidos en común; que formábamos un grupo de misioneros que debía esparcir el Evangelio por todas partes. Pensando en esta sociedad de misioneros, me vino también la idea de una sociedad de mujeres (...). Yo me decía: no tendremos ni dinero ni rentas: nos devorarán los piojos (...). ... este deseo de formar una sociedad que llevara la fe a todas partes, no me ha dejado nunca“. Buen Padre

1.- El amor de Cristo urge a Pierre Coudrin y a Henriette Aimer de la Chevallerie a ponerse al servicio de personas concretas en circunstancias precarias y hasta peligrosas, son tiempos de clandestinidad, de ilegalidad y de riesgo para la iglesia y sus ministros/as. Son tiempos de lucha.

No era posible pensar en grandes "obras" ni planes pastorales. Lo que marcaba la vida de la comunidad era:
v La urgencia sentida de anunciar el Evangelio
v El contacto directo en la pastoral
v El cuidado y la atención de personas
v La espontaneidad
v La flexibilidad
v La capacidad de discernir los espíritus

2.- El amor de Cristo los urge a permanecer cada día horas ante el sagrario escondido en adoración y contemplación.

v Ni en el servicio pastoral ni en la adoración podían recurrir a formas y caminos hechos y conocidos.
v El camino de la fidelidad al Señor y su Evangelio en tiempos difíciles se interioriza. No valían ni eran posibles las formas exteriores, con frecuencia gastadas y obsoletas.
v Nuestros fundadores no trataron de "salvar su pellejo", no hicieron de la sobrevivencia el centro de su atención y de su vida. Más bien se mantuvieron abiertos/as y atentos/as a la inspiración de Dios que les hablaba desde las necesidades de las personas, del pueblo de Dios, y desde los acontecimientos a su alrededor.

Rasgos espirituales en la comunidad primitiva:

v Lucha y Contemplación


La adoración mantenía viva la llama del “celo apostólico” y la experiencia pastoral marcaba la adoración y le daba realismo
v Gran confianza en la providencia divina.
v La centralidad de la persona de Jesús. "En Jesús encontramos todo; su nacimiento, su vida y su muerte: he ahí nuestra Regla", decía el Buen Padre.
v La devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y de María.
v La comunidad era como una familia (espíritu de familia).
v Los miembros de la comunidad debían ser fácilmente accesible para todo el mundo.

B.-
Fidelidad al Carisma de los Fundadores en 2008

Hoy día podríamos decir:

“La raíz básica de nuestra crisis cultural reside en la aterradora falta de ternura y de cuidado de los unos para con los otros, y de todos con la naturaleza y con nuestro propio futuro”.

Pero también podemos afirmar que se va asomando lo nuevo, lo que está por venir ...

Miren, voy a hacer algo nuevo, ya está brotando. ¿No lo notan? (Is 43, 19)

Sobre este telón de fondo el 37º Capítulo General de los hermanos de los SS.CC. (septiembre 2006) ofrece pistas para encontrar respuestas a los desafíos de nuestro tiempo desde nuestra vida y el carisma heredado de nuestros/as hermanos/as mayores.

Nos propone ser:



Contemplativos/as
Compañeros/as
Compasivos/as

Desde una espiritualidad del Corazón de Jesús podemos pensar en contribuir a la formulación y puesta en práctica de una ética de:

v
cuidado mutuo
v respeto y reverencia
v confianza
v responsabilidad
v cooperación y solidaridad


Preguntas para una Revisión de Vida en comunidad:

¿Cómo mantengo viva la Vida del Espíritu en mí?
¿Qué recursos, medios, ayudas tengo y utilizo para fortalecer mi fe?
¿Cómo enfrento y asumo la vida cotidiana, lo que se repite todos los días y lo que no estaba previsto?
¿Cómo me re-creo? ¿Cómo me re-nuevo?
¿De dónde saco fuerzas, de dónde me vienen luces?
¿Qué me cuesta aceptar?
¿Qué no debo aceptar – a qué no me debo acostumbrar o conformar?
¿Cómo nos podemos apoyar y acompañar mutuamente en este camino?

viernes, 17 de octubre de 2008

Discernimiento de los Espíritus - Criterios de discernimiento


Discernimiento de los Espíritus - Criterios de discernimiento

4. Criterios para el discernimiento

En la tradición cristiano encontramos muchas fuentes que nos entregan criterios para el discernimiento.

4.1. La Didajé - Orto-doxia y Orto-práxis, Motivación

La Didajé o también “La enseñanza de los 12 apóstoles” o “Enseñanza de nuestro Señor Jesucristo trasmitida por los 12 Apóstoles a los paganos”.
La Didajé es algo como un conjunto de orientaciones para la vida de las comunidades cristianas en tiempos en que el cristianismo ya estaba establecido y en camino de estructurarse y organizarse. El texto recoge diferentes tradiciones y un autor desconocido las integra en su texto agregando su propia experiencia de vida comunitaria. El texto permite reconocer de qué comunidades se trata y cual es su entorno socio-cultural. La comunidad cristiana se entiende como comunión solidaria que acoge al que quiera integrarse, pero también ha aprendido a cuidarse porque, al parecer, había personas mal intencionadas, “cristianos que se aprovechaban de Cristo.”
Lugar de origen parece ser Siria a comienzos del siglo II. La iglesia en este entonces ya conocía diferentes ministerios que se ejercían al mismo tiempo al interior de las comunidades cristianas. Había apóstoles y profetas itinerantes, maestros, obispos y diáconos. En esta época se integraban los ascetas itinerantes a las comunidades locales que a su vez iban adquiriendo formas más estables. Did 11, 4 - 6 trata de “apóstoles” y Did 11, 7 - 12 trata de profetas itinerantes. Ambos tenían en común su forma de vida itinerante y la enseñanza. Las exigencias eran mayores para los “apóstoles itinerantes”, eran giróvagos, sin residencia fija y sin propiedad. La Didajé ordena que deben quedarse sólo por 2 días en una comunidad y que pueden llevar provisiones de viaje sólo para un día cuando parten de una comunidad a otra, y nunca deben aceptar dinero. Su ministerio parece haber sido la predicación escatológica y precisamente su testimonio de vida ascética subrayaba y avalaba su predicación.
Las indicaciones de la Didajé respecto de este ministerio que se parecen a Mt 10; 10 y Lc 10, 4ª son aquí indicaciones para las comunidades y no (como en los evangelios) instrucciones para los apóstoles y discípulos. ¿Cómo saber si un “apóstol itinerante” que llega a una comunidad es un verdadero discípulo de Jesús, como averiguar la autenticidad de su ministerio? También en el caso de los “profetas itinerantes” la Didajé ofrece criterios para verificar la autenticidad de su enseñanza. (Did. 11, 7 - 12) ¿Cómo saber que es verdadero lo que dicen los que presumen hablar inspirados por el Espíritu Santo? Los que hablan inspirados por el Espíritu Santo no pueden ser puestos a prueba por temor del “pecado contra el Espíritu Santo” (conf. Mc 3, 28 s y Mt 12, 31)
También aquí es la autenticidad de su conducta, de su manera de vivir el criterio para discernir la verdad de su doctrina. La forma de vida y la conducta son medidas y comparadas con las de Jesús y así se obtiene parámetros para comparar y saber si un “profeta itinerante” es auténtico discípulo y su doctrina y enseñanza son rectas y verdaderas. La orto-práxis es la prueba de su orto-doxia. Did 11, 10 subraya que incluso si la doctrina de un “profeta itinerante” es verdadera pero su conducta deja lugar a dudas, esto le quita credibilidad a su predicación.
La Did formula criterios may claros para discernir los intereses (las intenciones) que pueden tener personas. El cuestionario ofrecido por la Did se parece en mucho a preguntas formuladas por Clodovis Boff en “Teología y Práxis”: ¿Qué me mueve para hacer teología? ¿Al servicio de qué o de quién se hace teología? ¿Por qué causa lucha la teología? Se trata de saber de la “finalidad” de la teología, “la intención” del teólogo.

La Didajé pregunta claramente por las motivaciones e intereses de los/las que actúan en la iglesia o en la comunidad cristiana. Respecto al contenido debe ser el fomento de la “justicia y del conocimiento del Señor” (Did 11, 2) y respecto al entorno social pregunta por la conducta, la forma de vida.
De esta manera la Did afirma implícitamente que las intenciones y los intereses tienen su repercusión en el contenido. Esto significa que una mala intención, o intereses impropios (por ejemplo de ganancias o ventajas personales o para terceros) distorcionan el contenido de la predicación. Esto llega hasta tal punto que las intenciones y los intereses de los/as ministros/as llegan a ser el único criterio para discernir respecto de la verdad de su predicación. (Didajé: Si pide dinero, si se queda por más tiempo de lo necesario, etc. su predicación pierde credibilidad.)

En la iglesia esto se ha olvidado con frecuencia. Cada vez más la autenticidad, la credibilidad del ministro o predicador y la verdad de su mensaje se comprobaba por la coincidencia con la doctrina oficial de la iglesia. Lo que interesa es la ortodoxia sin darle mucha importancia a la ortopraxis. La cuestión de las motivaciones, intenciones e intereses de los ministros, y su entorno socio-económico- político se deja de lado.

Recién en el contexto de la teología de la liberación la cuestión del lugar y la motivación de la teología y el testimonio de vida de los teólogos / las teólogas vuelve a aparecer.
La Didajé muestra la relación que hay entre contenido y conducta concreta de un ministro, entre teoría y práxis. En la Didajé la ordodoxia se verifica en la ortopráxis. Pero es más, la Didajé descubre también intereses y motivaciones falsas que son justificadas con el Espíritu (Did 11, 9.12). Esto es un punto débil en la historia de la iglesia y de la vida religiosa. Cuántas veces superiores/as han escondido o justificado sus propios intereses, motivaciones de poder o políticas, de prestigio, etc. invocando el “nombre de Dios”, la “inspiración divina” o la “voluntad de Dios”. Cuántas personas han sufrido a consecuencia de esto.

Para la Didajé la simple invocación del Espíritu o del Nombre de Dios no es razón suficiente para suponer la autenticidad o veracidad y esto vale incluso cuando la verdad de un mensaje sea probada. Decisivo es la conducta, el testimonio de vida del apóstol o del profeta. Decisiva es la ortopráxis.
Por otro lado subraya la Didajé que el sujeto del discernimiento es la iglesia / la comunidad. K. Wengst resume la comprensión de la comunidad cristiana de la Didajé así: “la instancia máxima de la comunidad es la comunidad misma”. La comunidad cristiana es la instancia - capacitada por el bautismo - para discernir y juzgar a los profetas y apóstoles itinerantes. El Concilio Vaticano II ha vuelto a destacar las competencias del Pueblo de Dios que le son propios por el bautismo y la confirmación. En LG 12 dice: ”El Pueblo santo de Dios ... no puede equivocarse cuando cree.”
Hay que entender la infalibilidad del Pueblo santo no sólo como pasiva sino también como activa, conservar la fe, dar testimonio vivo, compenetrar y entender cada vez más profundamente la fe en Jesús y su Evangelio, vivir la vida cotidiana desde la fe. Esto significa que la fe no sólo se expresa en doctrina y dogma, sino también en otras formas verbales y no-verbales.
Desde la perspectiva de la Didajé se podría anotar: La comunidad eclesial tiene competencia en asuntos de discernimiento de los espíritus, ha desarrollado una “mirada diagnóstica” que sabe detectar la enfermedad, porque la comunidad tiene experiencia con la fe vivida, con la puesta en práctica de la fe en la vida cotidiana, con su potencial de dar sentido y orientación a la vida más que con las formas dogmáticas y doctrinales de la fe.

4.2. Benito de Nursia (480 - 550) “Discretio” o la justa medida

“17 Sea próvido y considerado en todas sus disposiciones, y ya se trate de cosas de Dios o de cosas del siglo, discierna y modere el trabajo que encomienda, 18 recordando la discreción del santo Jacob que decía: "Si fatigo mis rebaños haciéndolos andar demasiado, morirán todos en un día". 19 Tomando, pues, este y otros testimonios de discreción, que es madre de virtudes, modere todo de modo que los fuertes deseen más y los débiles no rehúyan.” RB 64

La búsqueda de la “justa medida”, de la “moderación”, de la “discretio” atraviesa la Regla entera. “Discretio” significa al mismo tiempo: discernimiento = “discretio spirituum” y moderación, la justa medida.
Para la RB (Regla de San Benito) la discretio es la madre de las virtudes.

Del abad dice la RB: “Y sepa qué difícil y ardua es la tarea que toma: regir almas y servir los temperamentos de muchos, pues con unos debe emplear halagos, reprensiones con otros, y con otros consejos. 32 Deberá conformarse y adaptarse a todos según su condición e inteligencia, de modo que no sólo no padezca detrimento la grey que le ha sido confiada, sino que él pueda alegrarse con el crecimiento del buen rebaño.” RB 2, 31 s

Ayuno, comer, beber, abstenerse, vestirse, etc. en todo habrá que ver el momento, el lugar, las circunstancias. Palabras frecuentes de la regla son: tener en cuenta, reflexionar, salvo que, al no ser que, mientras, en caso de, moderado, sabio, justo, etc. Todas palabras que indican el discernimiento discreto y moderado.

“20 Sin embargo, tenga siempre presente el abad aquella sentencia de los Hechos de los Apóstoles: "Se daba a cada uno lo que necesitaba". 21 Así, pues, atienda el abad a las flaquezas de los necesitados y no a la mala voluntad de los envidiosos. 22 Y en todas sus decisiones piense en la retribución de Dios.” RB 55, 20 s

La regla prevee excepciones y las respeta. El alma y fundamento del discernimiento en la comunidad benedictina es el abad. Leyendo la RB da la impresión que es una regla para el abad. San Benito carga toda la responsabilidad del bienestar y progreso corporal y espiritual de la comunidad sobre los hombros del abad (cap 64) De allí que la RB exige que el abad tenga las condiciones intelectuales y morales que se requieren para el discernimiento de los espíritus. El discernimiento es el arte de la dirección y del trato adecuado de personas. San Benito entiende por “dirección de personas” no un acto violento sino hacer que una cosa sea suave, darle la forma adecuada, dirigir significa ordenarlo todo según la medida correcta, hacer que todo suceda en el tiempo correcto y en el instante debido. El uso ciego del poder sólo lleva a la destrucción y división.

En la RB el discernimiento es entonces, encontrar la discreción, esto es: la justa medida, en el tiempo preciso de acuerdo a las circunstancias de cada persona concreta.


4.3. Catalina de Sienna (1347 - 1380) - Dios y no los sentimientos

(Texto: Dialogo de la Providencia divina, cap 134 - 136)

Una y otra vez en la historia del cristianismo autores espirituales han llamado la atención sobre el hecho de que personas confunden causa y efecto, que en último término no buscan a Dios sino sentimientos religiosos, sensaciones, éxtasis, fenómenos extraordinarios, etc. En la mística cristiana existe una profunda desconfianza frente a todos estos fenómenos y la mística auténtica se destaca por no tomar muy en serio estos fenómenos, no los considera esenciales, no los busca a lo sumo los tolera o sufre por ellos.

Catalina pregunta por un signo de la presencia de Dios y en su obra “Dialogo de la Providencia divina”, Dios, que es su interlocutor, le contesta que una moción, una inspiración viene de El si en el alma permanece la alegría y surge el deseo de humildad. Aunque el demonio también puede suscitar sensaciones de alegría y de consolación, pero son seguidas por tristeza y remordimiento de conciencia.
“Es el signo de la alegría que después de la visitación permanece en el alma y el deseo de las virtudes que ungido en la fuerza de auténtica humildad arde en el fuego del amor divino”.
Catalina advierte que la alegría que produce la “visitación”, la experiencia de la cercanía de Dios en la vida puede ser la causa de que esta persona busque “experiencias” que le produzcan esta alegría, y eso por si misma y no por haberse encontrado con Dios. No se trata del consuelo de Dios, se trata del Dios del consuelo.
En el contexto de la nueva religiosidad en este comienzo de siglo vale la pena destacar este criterio de discernimiento de los espíritus que nos entrega sta. Catalina. Ella nos invita a buscar a Dios y no los sentimientos “piadosos” Queremos destacar aquí que en la fe cristiana lo esencial es el testimonio de vida (la práxis) y no las vivencias. La experiencia mística no se “hace”, ni se induce, ni siquiera debe desearse. Por necesaria que sea, la mística siempre es don, gratuita, así lo atestiguan los místico auténticos. A Dios no se puede manipular ni reducir a un objeto manejable. Por eso “experiencia de Dios” es una palabra ambigua. Quien trata de verdad y se las tiene que ver con el Dios de Jesucristo no sabe si alegrarse o más bien temer y huir. La peculiaridad del encuentro auténtico con Dios se muestra entre otras cosas en su carácter inquietante y exigente que llama al compromiso y a asumir responsabilidad. Es cosa de mirar a Jesús para saber adonde lleva el encuentro con su Dios y nuestro Dios. La mística del amor de Dios, del amor al prójimo y del amor al enemigo nos lleva con frecuencia y de manera exigente al centro de la historia de dolor de este mundo que exige al agraciado con una experiencia mística conversión frente a la cruz y las cruces, transformación y cambio de las situaciones que producen dolor y muerte a seres humanos. No es entonces teoría sin consecuencias prácticas, no es el disfrute de meditaciones que apuntan a vivir sensaciones religiosas, sino es en la práxis transformadora y liberadora, en la ascesis y en la conversión donde se prueba la auténticidad del encuentro con Dios, de la inspiración divina.
Sta. Catalina de Sienna: Se trata de Dios y no de los sentimientos.
4.4. San Francisco de Sales (1567 - 1622)

Bondad - no indignación

“Es un signo distintivo del Espíritu de Dios ser bondadoso y compasivo con el prójimo, (...). Un espíritu engañado por el demonio se caracteriza por su juicio severo y castigador, sin piedad y sin la menor bondad”. (Francisco de Sales, A los confesores)
En los escritos de Francisco de Sales aparece con nueva fuerza el criterio de la bondad y la misericordia en el trato con el prójimo y sobre todo con el pecador. El juicio severo, la “piadosa indignación”, el juicio condenatorio, la espada ardiente no son características de la fe cristiana. Francisco de Sales anota también que la autenticidad se prueba en una cierta inseguridad y una sana desconfianza frente a si mismo.
Justamente estos criterios de discernimiento (bondad, misericordia, sana desconfianza y una cierta inseguridad) sirven para detectar ciertos movimientos y grupos fundamentalistas en la iglesia y fuera de ella. Un lenguaje militante y agresivo, actitud condenatoria frente a opiniones y actitudes diferentes y disidentes, hacer de aspectos periféricos de la vida cristiana asuntos centrales (como el latín en la misa, la comunión en la mano, mujeres acólitas, etc). Lo mismo vale cuando fenómenos como estigmatizaciones, visiones, apariciones, sanaciones y profecías ocupan un lugar central.
Otro criterio para la autenticidad de vivencias espirituales es la sencillez en su comunicación y un cierto pudor por dar a conocer la vida interior.

Francisco de Sales subraya, entonces como criterios de discernimiento:

v bondad y misericordia
v no demasiada seguridad (en si mismo) y cierta desconfianza (de si mismo)
v pudor y sencillez


4.5. Criterios para una Espiritualidad saludable - Anselm Grün y Meinrad Dufner

Anselm Grün y Meinrad Dufner, ambos monjes benedictinos, exponen en su libro: “La salud, una tarea espiritual”, algunos criterios para discernir lo que ellos llaman “espiritualidad saludable”. Una espiritualidad o una piedad no se puede valorar por las palabras, el discurso, que usa, sino más bien habrá que fijarse en “los efectos sobre la psiquis del individuo, los efectos sobre la convivencia y sobre el trabajo y el compromiso y la inserción en el mundo”.
Grün y Dufner se refieren expresamente a la tradición monástica a la que ambos pertenecen cuando enumeran criterios de discernimiento para una “espiritualidad saludable”.

4.5.1. Una espiritualidad es saludable cuando es mistagógica y no moralizante, o sea debe introducir y aproximar a las personas al misterio de Dios y al misterio del ser humano. En el monacato nunca se describe como meta del camino espiritual la perfección moral. Más bien encontramos términos como “pureza del corazón”, “apatheia”, “paz del corazón”, etc. Los vicios se entienden como actitudes sicológicas equivocadas que impiden un pleno desarrollo y maduración que son condiciones para un encuentro libre y pleno con Dios y las personas humanas.
Una espiritualidad moralizante se fija más bien en evitar faltas y pecados. Su punto de partida es un ideal de perfección moral y como nadie puede alcanzar plenamente este ideal, produce permanentemente “mala conciencia” y el siguiente desanimo.
4.5.2. Una espiritualidad es saludable cuando es liberadora y no exige más de lo que cada persona puede dar. Una espiritualidad o piedad que tiene su raíz en el espíritu de Jesús lleva a la persona humana a descubrir y vivir la “libertad de los hijos de Dios”. No se sabe si una espiritualidad malsana produce neuróticos o si los neuróticos se buscan y se crean una espiritualidad malsana, que les sirve para confirmar su neurosis y donde la pueden vivir bajo la apariencia de piedad. Lo que importa es cómo se reconoce una espiritualidad neurótica.
El neurótico confunde el ideal de perfección con la falta de defectos. En vez de amar un ideal que está por encima del “yo” y fuera de él, que lleva a la integración de la personalidad, que muestra al hombre sus límites y defectos y al mismo tiempo lo estimula y anima, el neurótico ama el “yo” idealizado y se imagina o cree amar el ideal. De esta manera no encuentra ni paz ni equilibrio interior. Su religión es de miedos, no alcanza el amor que puede alejar los temores, y por eso el neurótico se vuelve duro e inflexible frente a los demás a quienes quiere obligar a vivir el ideal que él mismo no alcanza a realizar y vivir.

4.5.3. Una espiritualidad es saludable cuando es la que une y no divide. Jesús no clasificaba a las personas poniéndoles rótulos. Al contrario él rompía clasificaciones y divisiones y así podía descubrir lo bueno aún en publicanos y pecadores. Una espiritualidad sana y saludable capacita para establecer relaciones maduras y equilibradas, abre para una auténtica amistad que permite ver y comprender la cercanía de Dios que se nos ha manifestado en Cristo Jesús.

4.5.4. Una espiritualidad es saludable cuando es abierta al mundo y no retraida o ensimismada. Si el camino cristiano, el camino espiritual, tiene como meta la intensificación de la relación con Dios, la unión misma con Dios, esta no puede quedar sin efectos tangibles y notorios. En Mt 7, 16 - 18 Jesús mismo habla de los frutos que indican la calidad del árbol. La tradición cristiana siempre ha enseñado que la vida espiritual tiene una “utilidad”. Teresa de Ávila lo expresa así: “Torno a decir, que para esto es menester no poner vuestro fundamento sólo en rezar y contemplar; porque si no procuréis virtudes y hay ejercicio de ellas, siempre os quedaréis enanas, ...”. “Para esto es la oración, hijas mías, de esto sirve este matrimonio espiritual: de que nazcan siempre obras, obras.” (M VII, 4)
En Mt 25, 31 - 46 el juez enumera exclusivamente obras de caridad, acciones de compromiso social y con ninguna palabra la liturgia, la oración, meditación, etc. Vida espiritual es un movimiento que desemboca en el “éxtasis de la acción”, que transforma el mundo y lo sana.

4.5.5. Una espiritualidad es saludable cuando busca a Dios y no los sentimientos. Alguien ha formulado la cuestión así: Busco el consuelo de Dios o busco el Dios del consuelo. Este planteamiento apunta por un lado a la diferencia entre la búsqueda de Dios y la búsqueda de sentimientos religiosos; por otro lado muestra que no es fácil diferenciar entre una y otra cosa. Si busco el consuelo de Dios me las tengo que ver con el Dios del consuelo. Sin embargo con frecuencia se muestra recién en momentos de crisis o de “noche” o de sequía espiritual, si efectivamente buscaba a Dios o los sentimientos. Es por eso que los maestros / las maestras de la vida espiritual con frecuencia ven en la crisis (la noche oscura) un paso necesario en el crecimiento espiritual porque a veces es recién en la crisis cuando aparecen las motivaciones escondidas. La crisis es, por lo tanto, no un accidente en el camino espiritual, sino un indicio de crecimiento y una invitación a das un paso más.
4.5.6. Una espiritualidad es saludable cuando es integral y no unilateral. No conviene fijarse solamente en uno de los aspectos de nuestra persona (como la voluntad, la razón, los sentimientos ...). Hay que buscar la integración de todas las potencias/fuerzas del alma. Vida espiritual es el proceso de integración y de sanación de lo que a veces (también en la tradición cristiana) se ha separado. Liturgia y vida; oración y trabajo; mística y política; etc. Una espiritualidad cristiana integral, siguiendo la tradición bíblica de una vida integrada, tiene la fuerza de asumir y soportar los quiebres y las contradicciones y límites del mundo secularizado.

4.5.7. Una espiritualidad es saludable cuando es humilde y no orgullosa. Una espiritualidad auténtica nos lleva a conocer y asumir la propia realidad, esto es lleva a la humildad. La humildad produce apertura, serenidad, paz y misericordia.

Resumiendo:

Gal 5, 22 enumera os frutos del Espíritu auténtico de Dios: “... el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí; (...)”. Donde podemos reconocer estos frutos estamos seguros de que se trata del Espíritu de Dios. Pero si encontramos estrechez de mente y de corazón, angustia, dureza y condenación, sabemos que no es el Espíritu Santo que actúa allí, sino otro espíritu o demonio. En una espiritualidad saludable el trato es bondadoso y cercano, y el encuentro con Dios nos sana y nos integra, produce serenidad, alegría y vitalidad.
Una espiritualidad que se fundamenta en el Espíritu de Jesús sana cuerpo y alma, sin desconocer con toda humildad que la enfermedad es parte de los límites que tenemos los seres humanos. También la enfermedad puede ser un momento de auténtico encuentro con Dios. Si en la enfermedad escuchamos a Dios y nos entregamos a El, la enfermedad puede ser fuente de bendiciones para nosotros mismos y para los demás.

Discernimiento de los espíritus es la manera de enfrentar situaciones que requieren de decisión y de opción, que requieren de la distinción de lo auténtico y verdadero de lo falso y equivocado.
Distinción de los espíritus entrega - como hemos visto - criterios para una espiritualidad saludable que fomenta el crecimiento y desarrollo personal.

¿En qué momentos y situaciones es necesario, hoy día, el discernimiento de los espíritus?

Las situaciones que hemos visto en los distintos momentos de la historia del camino cristiano también se dan hoy día, los criterios descubiertos a lo largo de la tradición cristiana están vigente hoy día también.

Las situaciones que requieren de decisión u opción aumentan en la medida que nuestra vida se hace cada vez más compleja, en la medida que aumentan las informaciones y los caminos posibles que se nos ofrecen y que deben ser puestos a prueba antes de decidir u optar.

El poder distinguir lo auténtico de lo falso, lo verdadero de lo equivocado es necesario porque apariciones, revelaciones privadas y fenómenos extraordinarios no han disminuido.

El discernimiento de los espíritus es necesario en la iglesia frente a los nuevos movimientos religiosos (carismáticos, conservadores, fundamentalistas, etc).

Descubrir la acción y presencia del Espíritu de Dios fuera de la iglesia se vuelve cada vez más importante frente al fenómeno de la nueva religiosidad. No parece aconsejable rechazarla de ante mano como falsa o esotérica. Es necesario un juicio diferenciado, que tome en cuenta entre otras cosas el anhelo de trascendencia que se manifiesta en la nueva religiosidad.
Algo similar vale para el diálogo entre las religiones. Hay muchos signos (de los tiempos) que nos invitan a buscar y descubrir la acción del Espíritu de Dios y de allí se deduce la necesidad de discernir los espíritus. De esta manera será posible un diálogo fructífero entre las religiones en respeto mutuo y valoración de cada interlocutor.

¿Qué es el discernimiento de los espíritus?


Discernimiento de los Espíritus - ¿Qué es el discernimiento?


1. Introducción

1.1. Aproximación bíblica

Salmo 1

El salmo distingue: el camino del justo y el camino del pecador.

1.- Discernimiento no se refiere a verdades abstractas sino que apunta a la práxis - al camino concreto de una persona.
2.- En el discernimiento se trata finalmente siempre si un camino lleva a Dios.
3.- Hay signos exteriores que indican si alguien va por el camino de Dios o no. (...Es como un árbol plantado junto a corrientes de agua, que da a su tiempo el fruto.)

Mt 4, 1-11

1.- Discernimiento de los espíritus es posible sólo en el Espíritu Santo.
2.- Los así llamados “espíritus” se manifiestan en forma de sentimientos y pensamientos. Jesús sentía hambre y de allí resulta una determinada reflexión: si tú eres el hijo de Dios ...
3.- En Mt 4, 1-11 el demonio usa citas bíblicas. Esto quiere decir que una apariencia piadosa/religiosa no es garantía de nada, puede haber intensiones falsas. “Tentación bajo la apariencia del bien”.

1 Cor 12, 10

Es el primer texto bíblico que habla directamente del “discernimiento de los espíritus”. Para Pablo es un don de Dios y lo enumera en este texto entre otros dones del Espíritu Santo a la comunidad cristiana.

1 Jn 4,1-2

1.- No es fácil reconocer si un “espíritu” lleva por el camino de Dios o no. Por eso la vida cristiana exige la atención y la vigilancia. Es necesario “examinar” los espíritus para no seguir indicaciones equivocadas.
2.- La apariencia carismática no es prueba de autenticidad. Fue precisamente esta apariencia la que causó confusión en la comunidad a la que va dirigida la 1ª carta de Juan.
3.- Jesús de Nazareth, el Cristo hecho carne mortal es la última medida en el discernimiento de los espíritus. En la persona de Cristo Jesús podemos medir y reconocer qué camino nos lleva a Dios y cuál no.

2.- Aproximación al concepto

2.1. Discernimiento no es una doctrina del ámbito de la esotérica o del espiritismo. El discernimiento no se ocupa de fenómenos ocultos o espiritistas.
2.2. Discernimiento no es un método o una técnica que se pueda aprender. Hay reglas y hay criterios, pero el núcleo no es el método sino la relación y la unión personal con Dios. La familiaridad con Jesús abre el sentido para darse cuenta que corresponde más al Espíritu de Jesús y qué menos.
2.3. Discernimiento no es la virtud clásica de la prudencia. Prudencia es la razón práctica que busca una orientación concreta para el actuar humano. Pero prudencia es una virtud intelectual y moral. Prudencia y discernimiento tienen en común que ambos buscan respuesta a la pregunta qué camino se debe escoger. La prudencia se basa en las razones, el discernimiento toma en cuenta también los sentimientos, el lenguaje del corazón y también el cuerpo.
2.4. El discernimiento tampoco es una forma sutil de una revelación privada. Porque además de la atención por las mociones interiores, la voluntad de Dios se manifiesta en las circunstancias concretas de la vida, en la revelación cristiana y en la enseñanza de la iglesia.

2.5. Discernimiento de los espíritus es un proceso en el que una persona desde su familiaridad con Jesús examina sus motivaciones y movimientos interiores y exteriores y se pregunta: qué me lleva a avanzar más en el camino hacia Dios y qué me aleja de él. Para así poder tomar una decisión acerca del camino al que Dios la llama.

2.5.1. El discernimiento es un proceso que a veces puede durar años. Es un proceso de esclarecimiento porque la evidencia que se busca no sólo es racional o lógica sino que toma en cuenta integralmente a la persona.
2.5.2. No se puede exagerar en subrayar la importancia del aspecto de la familiaridad con Jesús. Sólo la persona que ha logrado entender y comprender la dinámica vital, las líneas fuerza de la vida de Jesús, será capaz de discernir lo que aquí y ahora corresponde a Cristo y lo que no, “está en su línea”.
2.5.3. Las motivaciones y movimientos interiores y exteriores son los “espíritus”. San Ignacio al comienzo ni los menciona, sino que habla de “mociones”, entendiendo estados de ánimo, sentimientos, esperanzas, reflexiones, proyectos, sueños, etc., todo lo que se “mueve” en el interior de una persona. Discernimiento de los espíritus es esclarecer las mociones y motivaciones humanas. Se busca responder a la pregunta: ¿qué me mueve y hacia dónde me mueve?
Se trata de las mociones vividas y sólo ellas pueden ser examinadas y puestas a prueba. Es evidente que motivaciones ocultas pueden existir y que tienen mucha influencia en las decisiones y acciones de una persona, pero en cuánto son ocultas no pueden ser objeto de discernimiento.
Hay muchas fuerzas externas que mueven e influyen en una persona (como por ejemplo: otras personas, procesos grupales, la opinión pública, etc.). Ellas sí son y deben ser objeto del discernimiento.
2.5.4. Examinar si llevan hacia Dios o alejan de Él. Este es el momento mismo del discernimiento. Cada movimiento tiene una dirección y una finalidad. En el discernimiento una persona se pregunta: ¿hacia dónde apunta este movimiento que estoy registrando? ¿a qué o a quién me lleva? ¿Este sentimiento, esta reflexión, este impulso externo me lleva adelante en el camino hacia Dios o me lleva en una dirección que me aleja de Dios?
2.5.5. El discernimiento lleva a “poder tomar decisiones”. El discernimiento no es algo teórico sino que quiere llevar a una persona al punto de poder tomar una decisión. Una decisión apoyada en la distinción y diferenciación de las distintas mociones y motivaciones. Quien ha reconocido hacia dónde lo lleva tal o cual moción, será capaz de decidir mejor lo que corresponde al camino que lo lleva al encuentro con Dios.
2.5.6. La finalidad del discernimiento es poder responder a la pregunta de Saulo en Act 22, 10 “¿Qué debo hacer, Señor?”. Es la pregunta por la voluntad de Dios en y para mi vida.


3. Disposición fundamental para entrar en un proceso de discernimiento

En los ejercicios San Ignacio orienta la atención del ejercitante en 3 direcciones diferentes:

1. la realidad concreta que vive la persona que toma ejercicios
2. el contenido de la revelación cristiana
3. las mociones interiores del ejercitante

Para un proceso de discernimiento hay entonces 3 focos de atención:

1. atención a los acontecimientos exteriores
2. atención al Misterio de Dios
3. atención a los acontecimientos interiores

3.1. Atención a los acontecimientos exteriores
Hechos, realidades, acontecimientos, personas son impulsos que influyen en nosotros
Francisco de Asís se convierte por su encuentro con los pobres y los leprosos y porque cambia de lugar en su vida.
Mahatma Gandhi decía que la fuerza para llevar adelante su lucha por la libertad y la paz en su patria la encontraba en el “Satyagraha” que habiltualmente se traduce con “resistencia no violenta”. Pero en realidad es un porceso que acoge la verdad de las personas, de los acontecimientos y de las cosas, es asumir honestamente la realidad y enfrentarla.
Prestar atención a los acontecimientos exteriores exige informarse, estudiar, reunir datos y detalles, etc.
3.2. Atención al Misterio de Dios
Signfica adquirir familiaridad y confianza con Dios. Medios para esto encontramos en la oración, la lectura y meditación de la Palabra de Dios en las Sagradas Escrituras, la participación en la liturgia, el estudio teológico, etc.

3.3. Atención a las mociones internas
La atención a los movimientos y procesos interiores supone que la persona las percibe y esto es menos obvio de lo que parece.
Percibir las mociones, movimientos, procesos en el propio interior, estados de ánimo etc. es la condición para poder discernir. No es poco frecuente que personas no tienen contacto con su propia vida interior porque niegan y rehuen lo que acontece ahí.

Discernimiento es prestar atención a:

· Los Acontecimientos exteriores
· El Misterio de Dios
· Los Acontecimientos interiores

¿Cómo se reflejan los acontecimientos exteriores en mi manera de relacionarme con Dios?
¿Cómo se refleja la fe en el misterio de Dios en mi manera de percibir los acontecimientos exteriores?

¿Cómo influye la fe en el Misterio de Dios en mis acontecimientos interiores?
¿Cómo influyen los acontecimientos interiores en mi fe en el Misterio de Dios?

¿Cómo influyen los acontecimientos exteriores sobre el interior de una persona?
¿Cómo influyen mis mociones interiores en mi manera de percibir el mundo exterior?



Para el proceso del discernimiento se propone 5 pasos:

1. percibir, sentir
2. reconocer, verbalizar
3. diferenciar - separar
4. distinguir
5. decidir


Martin Königstein ss.cc.
mksscc@gmail.com

viernes, 10 de octubre de 2008

La Adoración



3.- Adoración

En la adoración me pongo de rodillas ante Dios, porque Dios es Dios.

No es para pedir nada, no es para lograr nada, no hablo de mis problemas, no busco sentimientos, ni apaciguar el corazón.

Me arrodillo porque Dios es más grande que yo.

En la adoración intento mirar solo a Él, me olvido de mi mismo, ahora, siempre, sólo Él es importante.

En la adoración la meta de mis miradas, pensamientos, sentimientos, aspiraciones, anhelos sobrepasa el propio ego, me abro al que es más que yo, infinitamente más que yo.

En la adoración adquiero mi verdadera estatura, mi verdadero tamaño, encuentro mi lugar propio - me ubico en mi lugar.

En la adoración vivo lo que un maestro expresó así: Todo debe volverse nada para mí, para que Él pueda ser mi todo. (Hans Urs von Balthasar) y otro decía: Debo vaciar la pequeña casa de mi ser - para que Dios la pueda llenar enteramente. (Charles de Foucauld)

En la adoración se trata de Dios, y de Dios por si mismo.

“Hay personas que aman a Dios y que miran a Dios como se mira y como se ama una vaca. A la vaca la amas por la leche y el queso que te da, o sea por la utilidad que te presta. Así mismo tratan a Dios, quieren obtener de El riqueza exterior o consuelo interior, pero esto no es el verdadero amor a Dios, sino estos aman su propio provecho. Te digo con toda claridad, todo lo que puedas desear o anhelar - si no es Dios mismo - no podrá nunca ser tan bueno que no pueda convertirse en obstáculo en el camino hacia la Verdad suprema”.
(Maestro Eckhart)

En la adoración puedo - sin miedo - des-centrarme de mi mismo para centrarme en Dios.

No estoy obligado a ser siempre el centro de mis afanes
de mis emociones
de mis miedos
de los demás
de mis pensamientos, etc.

Me libero de mi mismo, dejo de mirarme a mi mismo para mirar a Dios, a otro y al hacerlo encuentro mi lugar, me encuentro a mi mismo.

Adoración significa aceptar que Dios es mi punto de referencia, me centro en Él.

Adorar es poner todo mi interior delante de Dios, es superar el miedo a la verdad, mis pequeñas y grandes vergüenzas y humillaciones.
Si logro confrontar mi verdad con alguien, contarle lo que nunca conté porque me daba vergüenza, al hacerlo habitualmente pierde tamaño, pierde fuerza y dominio sobre mi ...
En la adoración le permito a Dios mirarme, ver hasta el último rincón de mí ser, de mi corazón, le permito poner su luz, su calor en mi vida.

Romano Guardini:

La dignidad del ser humano proviene de la verdad y cuando el ser humano se inclina ante Dios para adorar está en la verdad y en la libertad.
El acto de adoración tiene algo de auténtico, bienhechor, constructivo. Tiene algo que da salud.

La pureza del espíritu es algo muy grande. El cuerpo tiene su pureza, el corazón y el espíritu también y ésta es la que da salud.
La pureza del espíritu está relacionada con la verdad. Un espíritu es puro cuando hace las distinciones necesarias; cuando llama bueno lo que es bueno y malo lo que es malo. No consiste en hacer el bien y evitar el mal. Se trata de algo anterior; que lo bueno no sea llamado malo y lo malo no sea jamás llamado bueno.
El espíritu se torna impuro por la mentira. No es hacer el mal lo que hace impuro al espíritu, mientras sepa y reconozca interiormente que lo que hace es malo. El espíritu se vuelve impuro cuando confunde lo bueno y lo malo, cuando llama bien lo que es malo, y malo lo que es bueno. El espíritu se vuelve impuro cuando no tiene voluntad de ver lo que es, cuando es indiferente a la claridad, cuando ya no sabe que el honor de la verdad es su propio honor, cuando ensucia el sentido de las palabras, que es también el sentido de las cosas y de la vida.
La impureza del espíritu enferma al ser humano.

Nuestra adoración a Dios es lo que garantiza la pureza del espíritu.

Mientras el ser humano adore a Dios, se incline ante Dios como ante el ser que es “digno de recibir el honor, la gloria y el poder”, queda a salvo de la mentira.

La pureza del corazón y la santidad son las fuerzas más grandes del hombre - pero también las más vulnerables y las más fáciles de engañar.

No hacer el bien que he reconocido es grave, mucho más grave es una actitud torcida frente a la verdad misma, esto es lo que enturbia el espíritu y la mirada.

La adoración es el medio de hacer verdad en nosotros, es el medio que purifica el corazón y renueva en el corazón el amor a la verdad.

Adoración es ahuecar el alma, es abrir espacio a Dios en nuestro interior.

“Pongo ante ti el recipiente vacío de mi anhelo”. (Gertrud von Helfta)

Pensar que Dios es digno de adoración, infinitamente digno porque “por su voluntad fueron creadas todas las cosas” y adorar interiormente es un acto grande que cura y sana.
_______________

Nuestra adoración es eucarística. Nos ponemos delante del pan consagrado en la celebración de la Eucaristía, y esto es expresión del deseo de estar con el Señor y de alcanzar la unión de amor con Él.
Sin embargo la adoración nunca deberá perder su relación interior con la celebración eucarística, la adoración del pan eucarístico es la continuación de la liturgia de la comunidad en la liturgia del corazón.

En la adoración de Jesús-Eucaristía, el reconocerlo al partir el pan y adorarlo en el pan compartido y en su entrega puedo hacer la misma experiencia de los discípulos de Emaús: no sólo lo reconocen delante de sus ojos, el reconocimiento es retro-activo, lo reconocemos como el compañero del camino.
Aunque nuestros pesares y cargas nos impedían verlo mientras caminábamos con Él, ahora recordamos que nos ardía el corazón por el camino.

La adoración explícita - los momentos ante el tabernáculo en el silencio de la capilla - son necesarios para transformar todo nuestro andar en experiencia de Dios, encuentro con el Resucitado.

Cuando estoy en silencio ante el pan - sacramento miro a aquel que me ama, el que se entregó, no tenemos que hacer otra cosa que mirar: “Yo lo miro a Él y Él me mira a mi”. (cto. del sto. Cura de Ars).

Yo lo miro desde el lugar que encuentro como lugar delante de Él. El me mira desde su lugar - que es lo alto de la cruz - desde donde quiere atraer a todo hacia sí.

Cuánto más dirijo la mirada a Cristo, tanto más entro en contacto con mi propio ser. Cuánto más se me hace presente el tú de Cristo, tanto más me hago presente a mi mismo. Yo me transformo en tú (M. Buber) En el encuentro con Cristo hallo el camino que me conduce a mi mismo.

Miro a Jesucristo que me ama, que me libera en lo más íntimo de mí, que me lleva a la verdad de mi mismo, ordena todo en mí con relación al verdadero centro que es Dios.

En la adoración entro en contacto con mi verdadero núcleo, con la imagen que Dios se ha hecho de mí, y que Dios ha puesto en mí.

Cuando me pongo ante el Señor-Eucaristía, pongo ante Él todo, mi interior y mi exterior, todas las cosas y también las personas, mis planes, anhelos, proyectos, tentaciones, debilidades, miedos:
todo se concentra en el verdadero centro: Dios; y todo encuentra desde este centro su lugar, su importancia, su relevancia.

El encuentro con Jesucristo en la adoración eucarística es encuentro con el Jesús del corazón traspasado. El Señor se ha dejado herir por nosotros, ha dejado que rompan su corazón para que nosotros no nos dejemos destruir por nuestra vida. Se ha hecho traspasar por nosotros para hacerse accesible.

“La apertura del corazón significa la entrega de lo más íntimo y personal para que todos lo puedan disfrutar, de esta forma, todos pueden entrar en ese espacio abierto y ahuecado.” (Hans Urs von Balthasar)
El Corazón de Jesús está abierto. La intimidad de la adoración, que está presente en la palabra “adorar”, llega a su culminación en el culto al Corazón de Jesús.

El evangelio de Juan remite al corazón traspasado de Jesús, fuente de toda vida, de toda salvación y de vida eterna.

El corazón de Jesús está abierto porque sufre, porque soporta el dolor. Sólo puede amar quien puede ser herido. Jesús es el médico herido (en el corazón) que sana.

En la adoración eucarística podemos aprender de Dios un amor que puede sufrir y por lo tanto también sanar / salvar.


La adoración no es algo puramente privado, es ejercicio de un amor distinto hacia el prójimo.

En este corazón traspasado podríamos comprender a todos los que nos preocupan. Mirando el corazón traspasado podemos abrir nuestro corazón para que pueda amar y salvar a las personas que encontramos todos los días.

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Los maestros proponen la mañana o el atardecer / noche como momentos más propicios para la adoración.
El principio del día reproduce el principio de nuestra vida
el fin del día anticipa nuestra muerte.

La adoración hay que practicarla siempre, no sólo cuando estoy bien dispuesto.

La adoración no nos resulta fácil por naturaleza, hay que practicarla, ejercitarnos en ella.

Textos bíblicos:

Jn 7, 37 -39
Jn 19, 31 - 37
Apoc 4, 1 - 11
Apoc 7, 11 - 12

¿Cómo podemos apoyarnos discretamente y eficazmente en nuestra adoración?
¿Cómo comunicarnos mutuamente lo vivido en la adoración?



Carta sobre la Adoración

de Pablo Fontaine A. ss.cc.

Julio de 1985

Queridos/as:

Les escribo algunas reflexiones simples sobre la Adoración en la esperanza de que esta práctica volverá a ser en la Congregación, expresión de unidad y realidad significativa de nuestra misión común.

Pienso que hay varios signos que van indicando una moción del Espíritu en este sentido. Y, si es así, quiere decir que la Adoración ha llegado a ser para nosotros un verdadero regalo.

1. ¿Qué sucede cuando un hombre adora a Dios?

Que en él se hace consciente y claro algo que habitualmente le está oculto aunque constituya su realidad más profunda: se hace gesto y palabra, pensamiento y afecto, su condición de creatura. El hecho de estar siempre recibiendo la existencia de manos de Dios se hace explícita gratitud y reconocida admiración.

El hombre que adora sumerge (doble las rodillas, oculta el rostro para expresarlo corporalmente) su pensamiento y su corazón en el ancho océano de la vida de Dios, sólo para decir: Gracias! Tú sólo eres Dios! Tú sólo el santo!

Tal actitud constituye un gesto primordial del hombre. Es común a todos los hombres y a todas las religiones de los hombres. Se da en Jesús de Nazareth, hombre como nosotros, y en el pecador que es cada uno de nosotros.

2. Contemplando a Jesús adorando de noche o en la madrugada, leyendo sus palabras de alabanza que el Evangelio ha recogido, es posible entrar por la meditación, en su postura de adoración, para adorar con El y como El: “Te alabo Padre ...”

Sobre todo su alma debió adorar con máxima intensidad aquella noche de la última Pascua en Jerusalén. Allí expresó, según el ritual hebreo, su alabanza al Dios Creador, al Dios Salvador de Israel, dándole gracias (Eucaristía) por todo lo obrado con su pueblo, incluido su propio sacrificio, expresado en esa Cena con el gesto del pan y del vino, ofrecidos como cuerpo y sangre de sacrificio.

3. Contemplemos ese Corazón de Cristo que ora, que alaba, que agradece, admira, adora, se entrega, y lo hace en la Oblación más fundamental de toda la historia humana. Es esa entrega interior de Jesús la que anima el camino de esas horas, en especial la agonía de la Cruz.

No hay sino una Oblación redentora que arrastra todo su ser y toda su historia en un gran acto de Adoración que va desde los acontecimientos anteriores de su vida terrestre, se hace particulramente significativa en la Cena, alcanza su máxima densidad en la Cruz y permanece para siempre en el Cordero Resucitado que está eternamente ante el Padre y se hace presente en la historia humana actual.

4. En esta Oblación adorante entramos todos con nuestras vidas, ya que éstas son, desde la fe, participación y reflejo de la de Jesús. Esta entrada nuestra en la oblación de Jesús, se realiza a través de un instrumento concreto, sometido al tiempo y al espacio, la celebración eucarística de la Iglesia.

Al participar en la celebración eucarística por la comunión del Cuerpo de Cristo presente sacramentalmente, hacemos nuestro el Sacrificio de Cristo. En esta cena de pobres, entra todo el sufrimiento de los pobres y oprimidos del mundo, entregados confiadamente como un Único Cristo al Dios de la Vida.

5. El pan consagrado, después de la celebración, sigue siendo un signo vivo del Cordero ofrecido y una invitación a unirse a El, a participar de su Oblación eterna.

Este signo se da en un tiempo y un espacio concreto. La Eucaristía está ahí, en nuestra casa, con frío o calor, con ruido de autos o de radios vecinas, en la humildad de nuestro ambiente limitado.

De rodillas, frente al Tabernáculo en la capilla, estamos expresando que queremos entrar en el gesto adorador de Jesús para alabanza del Padre y servicio de la humanidad.

Es un modo de adorar que nos fue legado por los Fundadores. Es un gesto sencillo, pero lleno de sentido, más para el corazón que para la inteligencia.

6. Ahora, ¿qué sucede cuando comulgamos? Nuestra mente se dispone a participar en este misterio, se ahueca el alma para recibir el regalo de Dios. Sin este movimiento interior, la comunión no tiene efecto alguno.

Pues bien, en la adoración, repetimos o continuamos esa disposición, como el monje prolonga la salmodia, en su oración privada, una vez que el oficio litúrgico de las Horas ha terminado. Porque estamos frente al Sacramento permanente, nos ponemos en una actitud d adoración como la de Cristo y la expresamos plásticamente en la postura corporal, uniéndonos “espiritualmente” a la alabanza del Señor.

Y luego en la vida de todo el día y de todos los días, mantenemos la misma actitud, el mismo sacrificio de alabanza por el cual seguimos invisiblemente atados a la celebración eucarística que tuvimos o vamos a tener.

Por eso no tendría sentido multiplicar las celebraciones eucarísticas durante el día so pretexto de estar más unidos a Cristo o de recibir mayores “gracias”, pues todo lo que hacemos, toda entrega nuestra proviene de y tiende a las celebraciones que parece normal realizar, para darle cuerpo concreto, objetivo y visible a la presencia del Sacrificio de Cristo en la Iglesia.

7. Nuestros fundadores vieron la adoración como una reparación del pecado. Si bien expresaron esta dimensión con un lenguaje y una teología que nos es muy ajena, la verdad es que esa oblación que brotó del Corazón de Jesús y se dirigió al Padre como Adoración fundamental, es el gran acto que expía el pecado del mundo.

En la Eucaristía, en la adoración y en la vida, procuramos completar como podemos, lo que falta a esa Pasión expiatoria de Jesús.

En la adoración nos hallamos frente a la realidad del Crucificado-Resucitado y recordamos lo que el pecado ha hecho en Jesús. Pensamos también cómo el pecado de nuestros días corroe el corazón humano en lo personal y arrasa nuestra época y nuestra tierra con ese cortejo de injusticia, mentira y muerte que llamamos pecado social.

Resulta así la adoración un coloquio con el Corazón de Jesucristo, con la conciencia del pecado como ofensa personal a Dios y como destrucción del hombre. Dios no sufre con el pecado, pero algo sucede en El cuando hay una ofensa, o mejor algo sucede en el hombre, y algo se le resta a Dios.

8. Los invito a permanecer cada día aunque sea unos minutos adorando al Señor en la Eucaristía y pidiéndole por nuestro pueblo golpeado y humillado, mientras los ojos de la fe contemplan al Cristo crucificado que muere en los pobres y oprimidos de nuestro país y del mundo.

Rueguen en la adoración también por los hermanos de la Congregación y por la vasta red de comunidades de nuestra Iglesia. El pedir unos por otros nos acerca a todos los hermanos que trabajan en diversos lugares y situaciones.

Escribía el Fundador: “Que piensen a menudo en su Adoración, que me uno a ellos, y que jamás pasa una medianoche sin que me transporte hacia todos Uds. y todas las casas, para que el Divino Corazón de nuestro Buen Maestro los guarde y nos bendiga a unos y otros, y nos conceda su gracia y su paz”. (cit. por Juan Vicente González ss.cc. en “El P. Coudrin, p. 501)

Que nadie se haga problema preguntándose si nuestra adoración va dirigida a Cristo o al Padre. En ambos brilla el mismo resplandor divino: “Felipe, quién me ve, ve a mi Padre”. Vitalmente en la adoración, estamos sumergidos en Dios. Psicológicamente podemos estar atentos a cada una de las Personas Divinas según la inclinación de nuestro corazón.

9. ¿Cómo hacer adoración?

Me permito sugerir una forma para que esos momentos transcurran útil y fecundamente.

Dividamos el tiempo en tres partes:

a. La llegada: Será un tiempo para calmarse y concentrarse. Ya estará bien empleado si pasamos largamente estableciendo “contacto” con el Señor, tomando conciencia de lo que estamos haciendo.

Será un tiempo para pedir la ayuda del Espíritu Santo, para contemplar el sufrimiento de Cristo actual en los hombres, para hacer silencio interior y entrar en adoración profunda ...

b. La mirada: Será un tiempo de reflexión (tal vez con un libro de apoyo) o de simple mirada. Será una conversación con el Señor, en espíritu de adoración, de reconocimiento de la grandeza del Señor y de nuestra pequeñez.

El Señor está “ahí” en el Tabernáculo como Cordero ofrecido, como permanente sacrificio de alabanza; pero está “antes” en el fondo de tu corazón adorando al Padre y amándonos.

c. El camino: Está dedicada esta parte al futuro inmediato, a tu acción de hoy y de mañana, a prever los desafíos que vendrán, a disponerte para cumplir la Voluntad del Padre. Es mirada al Señor y a la Vida como quehacer y llamado.

10. Junto a la Cruz del Señor estaba María de pie. Junto a nosotros adorando está también ella, experta en adoración dolorosa y oscura, guardando en su corazón “estas cosas”, es decir, el morir y el vivir de su Hijo, nuestra propia pequeña historia, la pasión de nuestro pueblo, nuestra esperanza ...

Al terminar estas lineas, me doy cuenta de que no he podido trasmitir lo que deseaba. Estas pobres palabras mías han resultado muy frías y teóricas. Mientras Uds. las leen, yo seguiré pidiendole al Espíritu que les enseñe a adorar y les comunique un fuerte entusiasmo y deseo por entrar en el Corazón de Cristo para mirar al Padre y a mostrarle nuestro mundo.

Con el afecto de siempre los saluda

Pablo

Lo que nos inspira y anima


2.- Lo que nos inspira y anima.
Carisma y Espiritualidad de los Sagrados Corazones.

2.1. Carisma fundacional de los SS.CC.

2.2. Carisma de los SS.CC. hoy en la Rama Secular.

Carisma es:

Un don del Espíritu Santo a una persona o a un grupo de personas (una comunidad). Un don concreto para "la edificación del cuerpo de Cristo", como dice San Pablo (Ef 4, 12) o sea no para la persona o el grupo mismo sino para la comunidad o para la iglesia.
Un don que una persona o un grupo de personas recibe en un momento histórico concreto. Por lo tanto, este mismo don en otro momento y en otro lugar puede y debe tomar formas diferentes.

“La fidelidad al pasado no se conserva en su pura repetición, sino en su anuncio siempre nuevo de palabra y de obra. Para seguir significando lo mismo, lo recibido del pasado ha de ir tomando continuamente formas de expresión propias del tiempo, acomodadas a él y a la vez contradictorias. La fidelidad que no toma en cuenta la incesante transformación del mundo no es fidelidad.” (Martin Horkheimer)

Para poder ser fiel al "Carisma Fundacional" de la familia religiosa de los SS.CC. hay que estar atento en dos direcciones:

Conocer bien la comunidad de la primera generación, conocer las personas y los escritos del fundador, de la fundadora y la práxis de la primera comunidad. Hay que volver a las fuentes.
v Hay que ser capaz de ver e interpretar los "Signos de los tiempos“ (Lc 12, 54 – 56), o sea la realidad actual en su dimensión social, cultural, política, religiosa, etc.


A.- Acogida del Carisma en el tiempo de la Fundación (1793 – 1802)

Las circunstancias:

La Ilustración desemboca en Francia en la Revolución Francesa (1789 - 1802). La revolución es un fenómeno político, cultural, social. Se dice que no hubo cambios en la sociedad sino que la sociedad entera cambió. (Hoy decimos que la nuestra no es una época de cambios sino un cambio de época). Todo lo que había crecido en siglos fue removido. El proceso revolucionario exterior terminó con Napoleón Bonaparte a fines de 1799 y el concordato del 1802.

Si el proceso revolucionario afectó profundamente a la sociedad de la época, no lo hizo menos en la iglesia.

La iglesia, que se había identificado con un determinado orden social, económico y político, se ve afectada directamente cuando este orden quedó obsoleto y fue cambiado.

El proceso de separación de iglesia y estado, ha comenzado en la Reforma de Lutero y culmina en la Ilustración y la Revolución Francesa. La revolución era vista como la victoria de la razón sobre el “oscurantismo” de la religión y sobre todo del catolicismo. La supresión de la Compañía de Jesús (Jesuitas) en 1773, la disolución de muchos conventos (de 1500 monasterios osb a 30) y la extinción definitiva de una serie de órdenes religiosas (más de 20) en este tiempo, son expresión concreta de lo dicho.

Los cambios y transformaciones fueron tan complejos y dolorosos que la iglesia fue incapaz (y con ella nuestros fundadores) de reconocer el aporte que con toda la ambigüedad, todos los errores y desvíos, significó la revolución. Para la iglesia recién el papa Pablo VI reconoce las raíces evangélicas y cristianas de los enunciados de la revolución: Libertad, igualdad y fraternidad.

El comienzo de la primera comunidad en torno a la Buena Madre y el Buen Padre fue en 1793, año en que la revolución ejecutó al rey Louis XVI. Coincide por lo tanto con los comienzos de la revolución.

A fines del siglo 18 y comienzos del siglo 19 Pierre Coudrin y Henriette Aimer de la Chevallerie tienen una visión en tiempos en que en la iglesia las visiones no eran frecuentes.

La Visión y la Misión:

"Un día, trepando ya en mi granero, después de haber dicho la Misa, me arrodillé junto al corporal en que creía conservar la presencia del Santísimo Sacramento. Ví entonces lo que somos ahora. Me pareció que éramos varios los que estábamos reunidos en común; que formábamos un grupo de misioneros que debía esparcir el Evangelio por todas partes. Pensando en esta sociedad de misioneros, me vino también la idea de una sociedad de mujeres (...). Yo me decía: no tendremos ni dinero ni rentas: nos devorarán los piojos (...). ... este deseo de formar una sociedad que llevara la fe a todas partes, no me ha dejado nunca“. Buen Padre

1.- El amor de Cristo urge a Pierre Coudrin y a Henriette Aimer de la Chevallerie a ponerse al servicio de personas concretas en circunstancias precarias y hasta peligrosas, son tiempos de clandestinidad, de ilegalidad y de riesgo para la iglesia y sus ministros/as. Son tiempos de lucha.

No era posible pensar en grandes "obras" ni planes pastorales. Lo que marcaba la vida de la comunidad era:
v La urgencia sentida de anunciar el Evangelio
v El contacto directo en la pastoral
v El cuidado y la atención de personas
v La espontaneidad
v La flexibilidad
v La capacidad de discernir los espíritus

2.- El amor de Cristo los urge a permanecer cada día horas ante el sagrario escondido en adoración y contemplación.

v Ni en el servicio pastoral ni en la adoración podían recurrir a formas y caminos hechos y conocidos.
v El camino de la fidelidad al Señor y su Evangelio en tiempos difíciles se interioriza. No valían ni eran posibles las formas exteriores, con frecuencia gastadas y obsoletas.
v Nuestros fundadores no trataron de "salvar su pellejo", no hicieron de la sobrevivencia el centro de su atención y de su vida. Más bien se mantuvieron abiertos/as y atentos/as a la inspiración de Dios que les hablaba desde las necesidades de las personas, del pueblo de Dios, y desde los acontecimientos a su alrededor.

Rasgos espirituales en la comunidad primitiva:

v
Lucha y Contemplación
La adoración mantenía viva la llama del “celo apostólico” y la experiencia pastoral marcaba la adoración y le daba realismo
v Gran confianza en la providencia divina.
v La centralidad de la persona de Jesús. "En Jesús encontramos todo; su nacimiento, su vida y su muerte: he ahí nuestra Regla", decía el Buen Padre.
v La devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y de María.
v La comunidad era como una familia (espíritu de familia).
v Los miembros de la comunidad debían ser fácilmente accesible para todo el mundo.




B.- Fidelidad al Carisma de los Fundadores en 2008

Hoy día podríamos decir con Leonardo Boff:

“La raíz básica de nuestra crisis cultural reside en la aterradora falta de ternura y de cuidado de los unos para con los otros, y de todos con la naturaleza y con nuestro propio futuro”.
[1]

Consecuencias de eso son:

soledad, miedo y depresión
crisis de las instituciones
el estado y las instituciones que lo sustentan, partidos políticos, etc.;
la iglesia y las instituciones que en medida importante la sustentan: el ministerio sacerdotal y la vida religiosa;
la familia en su forma tradicional; ...

Formas de enfrentar la crisis actual que podemos observar en nuestro entorno:

v Evasión
v Consumismo
v “carpe diem” (aprovecha el día, la ocasión, ...)
v Agresividad,
v “Fuga hacia atrás” ...

Pero también podemos afirmar que se va asomando lo nuevo, lo que está por venir ...

Miren, voy a hacer algo nuevo, ya está brotando. ¿No lo notan? (Is 43, 19)

Lo nuevo que viene ...

v Nuevas maneras de ubicarse en el mundo (al lado de la naturaleza, al lado de otros seres humanos, etc.)
v Nuevas formas de relacionarse (género, lo “inter”, etc.)
v Nuevas formas de organizarse (liderazgos, cultura juvenil, movimientos de base, etc.)
v Nuevas formas de buscar y encontrar a Dios (búsqueda espiritual fuera de la iglesia)

Sobre este telón de fondo el 37º Capítulo General de los hermanos de los SS.CC. (septiembre 2006) ofrece pistas para encontrar respuestas a los desafíos de nuestro tiempo desde nuestra vida y el carisma heredado de nuestros/as hermanos/as mayores.




Nos propone ser:
v Contemplativos/as
v Compañeros/as
v Compasivos/as


Lo que permanece:

v La centralidad de la persona de Jesús.

"En Jesús encontramos todo; su nacimiento, su vida y su muerte: he ahí nuestra Regla“ (Buen Padre)

v El Corazón de Jesús

Cuando hablamos del Corazón de Jesús estamos hablando de un modo de acceder a la persona de Jesús desde la temática del corazón, entendiendo el corazón desde el horizonte del pensamiento bíblico.

La intuición de la Sagrada Escritura, ya desde el Antiguo Testamento, es que el ser humano se unifica en un punto o centro interior, al que sólo Dios tiene pleno y directo acceso: el corazón. Centro desde el cual, a la vez, el ser humano se va haciendo plenamente persona, va creciendo en humanidad; se va encontrando en plenitud con los demás y con la naturaleza y, por ello, consigo mismo; y se va introduciendo en Dios y va introduciendo a Dios dentro de sí.

Lo que realmente interesa es la persona de Jesús, no las formulaciones abstractas mediante las cuales en diversas épocas se ha buscado encasillar su doctrina. Y no sólo interesa su persona, sino lo más íntimo de ella: su corazón.

Y por corazón no debemos entender la sede de los sentimientos o de las emociones, sino aquel centro profundo desde el cual la persona enfrenta toda la vida. El corazón es el centro de las decisiones personales que orientan profundamente toda la vida; el centro de las decisiones vitales. Fijar la mirada en el corazón de Jesús es una invitación a atender a lo medular, a lo orientador de todo su actuar.

Cuando ponemos nuestra mirada en el Corazón de Jesús descubrimos en él como motor esencial de todo su actuar la misericordia. Jesús ofrece su amor, su misericordia y protección amorosa a todos los seres humanos, por el simple hecho de que se encuentren en necesidad o en un momento de aflicción. En una época de rigorismo religioso esta devoción acentúa la humanidad de Jesús y su anuncio del amor gratuito y misericordioso de Dios en favor de toda la humanidad.

El Corazón de Jesús es el corazón de ese hombre que en fidelidad al Padre y por amor a todos los hombres llegó a la ofrenda total de su vida en la cruz.

Para vivir bien nuestra fe nos centramos en la persona de Jesús, y no solo en doctrinas o en normativas morales. Nuestra fe se articula en torno al misterio de la persona de Jesús; y de un Jesús encarnado.

En cada persona hay un centro, desde el cual brotan todos los comportamientos, y desde el que se explica o alcanza su coherencia el conjunto de su actuar. Un buen acercamiento a Jesús es aquel que nos invita a preguntarnos por las raíces profundas de su actuar, por los sentimientos más íntimos de su corazón.

De esta manera nos acerca a la relación con su Padre y al amor por la humanidad caída. Y en contrapartida, también nos lleva a plantearnos la pregunta por la raíz de nuestro actuar, no sólo por la objetividad exteriormente medible de nuestros comportamientos.

Ante la pregunta por los sentimientos del corazón de Jesús, nos encontramos con el tema de la misericordia. Una misericordia que no es sólo filantropía, sino que surge de una profunda experiencia de Dios. Una experiencia del Padre de amor, que quiere a todos sus hijos, que anhela la vida plena para todos ellos. Y que por lo mismo los acompaña y defiende en momentos de aflicción.

En el corazón de Jesús conocemos la hondura del amor de Dios (cf. Efesios 3,17-19). De aquí surge un camino de vida cristiana: irse configurando paulatinamente con el amor de Dios que se nos ha manifestado en Jesús. Que nuestro corazón vaya aprendiendo a amar y a latir junto con el del Señor.

Este modo de proponer el camino de la vida cristiana, como una configuración con los sentimientos más profundos del Señor, puede resultar de gran ayuda para muchos hoy. Nos previene del peligro de una moral fría, apoyada sólo en reglamentaciones e incapaz de dar cuenta del modo en que nuestra adhesión personal a Jesús debe irse traduciendo en acciones concretas, en un estilo de vida.

De aquí surge una propuesta de vida cristiana que pone el acento en la necesidad de un trato cercano, cariñoso y respetuoso por cada persona concreta, cualquiera sea su condición. Este estilo de vida, apoyado directamente en una contemplación de los sentimientos del Corazón de Jesús, le confiere un rico tinte de humanidad a la experiencia cristiana.

Desde una espiritualidad del Corazón de Jesús podemos pensar en contribuir a la formulación y puesta en práctica de una ética de:

v
cuidado mutuo
v respeto y reverencia
v confianza
v responsabilidad
v cooperación y solidaridad

[1] Leonardo Boff, San Francisco de Asís: Ternura y Vigor. Ed Paulinas, Stgo 1989, p. 30