domingo, 9 de noviembre de 2008

Damián de Molokai - Fuente de inspiración


Nuestro hermano Damián de Molokai
Una fuente de inspiración

Mahatma Gandhi constata que el cristianismo es capaz de suscitar personas valientes y heroicas como Damián de Molokai, e invita a buscar la fuente de este heroísmo.

Como Jesús, el padre Damián, como nosotros, luchó por mantener en su ajetreada vida el equilibrio necesario entre acción y oración, pastoral y vida interior: “lo más difícil es mantener el espíritu de recogimiento y oración en medio de mil distracciones y miserias”.

Como nos muestra Jesús sólo la oración corrige y convierte nuestro trabajo en misión. ¿Cómo lo hizo Damián? Él, tan apreciado por su entrega, no debiera serlo menos hoy por el cuidado de la fuente de su entrega, como han hecho los grandes santos dedicados a los pobres, sirva de ejemplo reciente la Madre Teresa de Calcuta, tan amiga de Damián.

Fijémonos en algunos elementos de la vida de Damián que le ayudaron, y podrían ayudarnos a nosotros, en ese camino:

Una ordenada vida espiritual.

Era costumbre en la Congregación una reglada vida que asegurara el trato con Dios varias veces al día: Eucaristía, Adoración, meditación, breviario, rosario... Sin duda esa costumbre le benefició: “Al pie del altar encontramos la fuerza necesaria en nuestra soledad. Ahí, cada día, te encuentro también a ti...”; “Predico todas las mañanas después de la misa...”; “Me confieso con frecuencia al pie del altar...”.

La clara conciencia de que “se convertirán los habitantes de Puna si, antes, Dios convierte totalmente el corazón de su pastor” y de que “si no vivimos en El, no podemos dar fruto” le llevó a una vida de oración sin la cual no solo no hubiera podido vencer su soledad, lo que más le costó de todo (“sin el Santo Sacramento una situación como la mía sería insostenible. Pero con mi Señor a mi lado...”), sino que, sobretodo, no hubiera podido entender ni vivir la enfermedad de la lepra como una gracia de Dios que le asemejaba a Cristo: “Pues bien, mi reverendo padre, ya no hay duda ninguna para mí, estoy leproso; ¡Bendito sea Dios!”; “estoy seguro de que es su santa voluntad que yo muera de la misma enfermedad que mi rebaño”, y así pudo, como los grandes santos, entender su vida desde el crucificado e identificar en sí el calvario de Cristo, al que él llamaba “..el Gólgota de Kalawao”.

Beber de la misión y alimentarse del fruto de lo sembrado.
Por otro lado la oración le hizo ver a su rebaño con los ojos de Dios, no con los del hombre, y de este modo encontrar en la misión no solo una fuente de desgaste sino también una fuente de vida divina: “Los leprosos, repelentes a la vista, tienen un alma redimida a precio de la sangre de Cristo”, “los leprosos, pues, son, en verdad, los miembros sufrientes de nuestro Señor Jesucristo”. “me siento muy edificado al verles, frecuentemente, hacer su adoración, a la hora señalada, en el lecho del dolor de sus chozas miserables”,

“he pasado la tarde en el confesionario. La conversión sincera de algunos de los grandes pecadores me ha causado una enorme alegría. En medio de las privaciones el misionero encuentra consuelos de los que es difícil hacerse una idea”.

Y cuando esto no era posible y “de la mañana a la noche me encuentro envuelto en miserias físicas y morales que rompen mi corazón” reponerse con el alimento de los cristianos: “Al pie del altar encontramos la fuerza...”.

Vida espiritual ordenada y perseverante

Medios:

Adoración
Vida comunitaria: Eucaristía, oración en común, lectura de la Palabra, revisión de vida, amar y soportarse mutuamente, acompañamiento, solidaridad con otros, etc.
Misión, compromiso con las personas, cuidado y ternura, inserción en el mundo.

Transformar la vida cotidiana en fuente de fuerza y energía

¿En qué consistió el heroísmo de Damián de Molokai al que hace alusión Mahatma Gandhi?

"No elegimos nosotros las circunstancias de nuestra vida, pero sí elegimos la manera de asumir, de enfrentar y de transformarlas."
Damián asumió y vivió con valentía cada día las cosas normales, cotidianas y corrientes en la leprosería (la repugnancia frente al mal olor y aspecto desagradable de los enfermos, el "convivir" con la muerte a diario, la soledad: no podía hablar nunca su lengua materna, estaba lejos de sus seres queridos, vivía entre personas con otras costumbres, otras comidas, otras religiones, etc.).

Desde una vida espiritual ordenada, asumir y vivir con valentía cada día las cosas normales, cotidianas y corrientes significaba que Damián aceptaba algunos aspectos de la vida en Molokai y a otros se oponía tenazmente.
Se daba cuenta que para aceptar y amar a las personas enfermas de lepra, tenía que aceptar (y soportar) lo repugnante que era esta enfermedad.


El Señor me dio de esta manera, a mí el hermano Francisco, el comenzar a hacer penitencia, en efecto, como estaba en pecados, me parecía muy amargo ver leprosos. Y el Señor mismo me condujo en medio de ellos, y practiqué con ellos la misericordia. Y, al separarme de los mismos, aquello que me
parecía amargo, se me tornó en dulzura de alma y cuerpo.
(Testamento de Francisco de Asís).

• Esto era un gran trabajo espiritual, transformar con la fuerza del amor lo que era "amargo" en "dulce". Francisco de Asís y Damián de Molokai hicieron este trabajo en el interior de su corazón.
• Aceptar lo repugnante de la lepra por amor a la persona que tiene lepra, es no enredarse con los aspectos periféricos, es ver más allá de la fealdad exterior la belleza la que está llamada a ser cada persona, es ver su dignidad y lo sagrado que vive en el fondo de cada ser humano.

Damián aceptó la soledad y la lejanía de su patria, de su familia, de todo lo que había sido importante y significativo para él y en esta aceptación descubre que ahora tiene nuevos hermanos, una nueva lengua que ahora es la suya también, nuevas costumbres y nuevos gustos; Damián reconoce que lo que había sido lejano se transformó en cercano, en prójimo o próximo. Damián sabía gozar con lo pequeño y con lo simple: su pipa, la música de la banda que él había formado, la visita de un hermano de la congregación, la amistad y gratitud de los leprosos, etc.
Lo que Damián nunca aceptó era el fatalismo, el desánimo y la falta de esperanza en los leprosos que redundaban en alcoholismo, abusos, peleas, etc.
Damián era creativo para combatir la desesperanza: él fundó una banda de música, un coro, invitaba a trabajos y servicios comunitarios. etc.

Lo que nos inspira y anima:


Lo que nos inspira y anima.
Carisma y Espiritualidad de los Sagrados Corazones.

v
Carisma fundacional de los SS.CC.

v
Carisma de los SS.CC. hoy en la Rama Secular.

Carisma es:

v Un don del Espíritu Santo a una persona o a un grupo de personas (una comunidad). Un don concreto para "la edificación del cuerpo de Cristo", como dice San Pablo (Ef 4, 12) o sea no para la persona o el grupo mismo sino para la comunidad o para la iglesia.
v Un don que una persona o un grupo de personas recibe en un momento histórico concreto. Por lo tanto, este mismo don en otro momento y en otro lugar puede y debe tomar formas diferentes.

“La fidelidad al pasado no se conserva en su pura repetición, sino en su anuncio siempre nuevo de palabra y de obra. Para seguir significando lo mismo, lo recibido del pasado ha de ir tomando continuamente formas de expresión propias del tiempo, acomodadas a él y a la vez contradictorias. La fidelidad que no toma en cuenta la incesante transformación del mundo no es fidelidad.” (Martin Horkheimer)

Para poder ser fiel al "Carisma Fundacional" de la familia religiosa de los SS.CC. hay que estar atento en dos sentidos:

v Conocer bien la comunidad de la primera generación, conocer las personas y los escritos del fundador, de la fundadora y la práxis de la primera comunidad. Hay que volver a las fuentes.
v Hay que ser capaz de ver e interpretar los "Signos de los tiempos“ (Lc 12, 54 – 56), o sea la realidad actual en su dimensión social, cultural, política, religiosa, etc.


A.- Acogida del Carisma en el tiempo de la Fundación (1793 – 1802)

Las circunstancias:

El comienzo de la primera comunidad en torno a la Buena Madre y el Buen Padre fue en 1793, año en que la revolución francesa ejecutó al rey Louis XVI. Coincide por lo tanto con los tiempos de la revolución.

Los cambios y transformaciones fueron tan complejos y dolorosos que la iglesia fue incapaz (y con ella nuestros fundadores) de reconocer el aporte que con toda la ambigüedad, todos los errores y desvíos, significó la revolución. Para la iglesia recién el papa Pablo VI reconoce las raíces evangélicas y cristianas de los enunciados de la revolución: Libertad, igualdad y fraternidad.

A fines del siglo 18 y comienzos del siglo 19 Pierre Coudrin y Henriette Aimer de la Chevallerie tienen una visión en tiempos en que en la iglesia las visiones no eran frecuentes.

La Visión y la Misión:

"Un día, trepando ya en mi granero, después de haber dicho la Misa, me arrodillé junto al corporal en que creía conservar la presencia del Santísimo Sacramento. Ví entonces lo que somos ahora. Me pareció que éramos varios los que estábamos reunidos en común; que formábamos un grupo de misioneros que debía esparcir el Evangelio por todas partes. Pensando en esta sociedad de misioneros, me vino también la idea de una sociedad de mujeres (...). Yo me decía: no tendremos ni dinero ni rentas: nos devorarán los piojos (...). ... este deseo de formar una sociedad que llevara la fe a todas partes, no me ha dejado nunca“. Buen Padre

1.- El amor de Cristo urge a Pierre Coudrin y a Henriette Aimer de la Chevallerie a ponerse al servicio de personas concretas en circunstancias precarias y hasta peligrosas, son tiempos de clandestinidad, de ilegalidad y de riesgo para la iglesia y sus ministros/as. Son tiempos de lucha.

No era posible pensar en grandes "obras" ni planes pastorales. Lo que marcaba la vida de la comunidad era:
v La urgencia sentida de anunciar el Evangelio
v El contacto directo en la pastoral
v El cuidado y la atención de personas
v La espontaneidad
v La flexibilidad
v La capacidad de discernir los espíritus

2.- El amor de Cristo los urge a permanecer cada día horas ante el sagrario escondido en adoración y contemplación.

v Ni en el servicio pastoral ni en la adoración podían recurrir a formas y caminos hechos y conocidos.
v El camino de la fidelidad al Señor y su Evangelio en tiempos difíciles se interioriza. No valían ni eran posibles las formas exteriores, con frecuencia gastadas y obsoletas.
v Nuestros fundadores no trataron de "salvar su pellejo", no hicieron de la sobrevivencia el centro de su atención y de su vida. Más bien se mantuvieron abiertos/as y atentos/as a la inspiración de Dios que les hablaba desde las necesidades de las personas, del pueblo de Dios, y desde los acontecimientos a su alrededor.

Rasgos espirituales en la comunidad primitiva:

v Lucha y Contemplación


La adoración mantenía viva la llama del “celo apostólico” y la experiencia pastoral marcaba la adoración y le daba realismo
v Gran confianza en la providencia divina.
v La centralidad de la persona de Jesús. "En Jesús encontramos todo; su nacimiento, su vida y su muerte: he ahí nuestra Regla", decía el Buen Padre.
v La devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y de María.
v La comunidad era como una familia (espíritu de familia).
v Los miembros de la comunidad debían ser fácilmente accesible para todo el mundo.

B.-
Fidelidad al Carisma de los Fundadores en 2008

Hoy día podríamos decir:

“La raíz básica de nuestra crisis cultural reside en la aterradora falta de ternura y de cuidado de los unos para con los otros, y de todos con la naturaleza y con nuestro propio futuro”.

Pero también podemos afirmar que se va asomando lo nuevo, lo que está por venir ...

Miren, voy a hacer algo nuevo, ya está brotando. ¿No lo notan? (Is 43, 19)

Sobre este telón de fondo el 37º Capítulo General de los hermanos de los SS.CC. (septiembre 2006) ofrece pistas para encontrar respuestas a los desafíos de nuestro tiempo desde nuestra vida y el carisma heredado de nuestros/as hermanos/as mayores.

Nos propone ser:



Contemplativos/as
Compañeros/as
Compasivos/as

Desde una espiritualidad del Corazón de Jesús podemos pensar en contribuir a la formulación y puesta en práctica de una ética de:

v
cuidado mutuo
v respeto y reverencia
v confianza
v responsabilidad
v cooperación y solidaridad


Preguntas para una Revisión de Vida en comunidad:

¿Cómo mantengo viva la Vida del Espíritu en mí?
¿Qué recursos, medios, ayudas tengo y utilizo para fortalecer mi fe?
¿Cómo enfrento y asumo la vida cotidiana, lo que se repite todos los días y lo que no estaba previsto?
¿Cómo me re-creo? ¿Cómo me re-nuevo?
¿De dónde saco fuerzas, de dónde me vienen luces?
¿Qué me cuesta aceptar?
¿Qué no debo aceptar – a qué no me debo acostumbrar o conformar?
¿Cómo nos podemos apoyar y acompañar mutuamente en este camino?